Comprendieron que el animal había llegado con
hambre. Claro, en el cielo la comida era poca y los árboles escasos, por eso aprovechaba
su visita terrenal para nutrirse y recuperar las fuerzas, pensó fresno.
Despacio fueron acercándose al animal. Decían entre
ellos “Es un caballo gigante”. “Es el caballo del cielo”. “Si, es el caballo
del agua y de las nubes”. “Es el caballo de sangre verde; la estatua lo dijo: “
cuando el sol ruede en las montañas, llegará el caballo de sangre verde que les
revelarà el secreto”. “Si. Nos acercaremos con cuidado porque solo él sabe lo
que debemos hacer para encontrar el tesoro”. “Vamos, saludémoslo dijo Eliseo.
No lo dejemos solo”.
Llegaron a un metro de él, andando despacio
para no asustarlo. Se quedaron quietos. El equino los miraba con pereza, no
quería levantarse porque el estómago le pesaba como si tuviera leña por dentro.
Lo miraban tímidos pero fascinados mientras cóndor
que se había quedado lejos, los miraba preocupado. Ya empezaban a tocar al caballo y al ver que no
se movia siguieron acariciándolo. Le manosearon las ancas, la cola larga de
plumas parecidas a las de los faisanes; le palparon el cuello y se embelesaron
con su crin también de plumas largas de colores. Le pasaron las manos por la
frente de color blanco donde había otro ojo pequeño y que parpadeaba seguido
como si le fastidiara el viento. Le tocaron las pestañas y la quijada; le sintieron los belfos calientes
como agua hirviendo y se admiraron de
sus cascos de cristal rojo. “Es bello. . . cómo es de bello. Murmuraba Coyaima. “Tenemos
que ser amigos de él”, dijo Fresno casi sin voz. “Son ciegos y tontos. Los
mortales han perdido la visión, no comprenden el regalo que los dioses les han hecho dándoles
la tierra. Tienen velos en los ojos y sombras muy negras en el pecho, murmuraba
el caballo mirando la llanura y las aves en su vuelo.
En diez minutos ya
había confianza entre el caballo y los muchachos. Fresno le preguntó como era el
lugar de donde venía. El animal movió los ojos con sospecha, miró las nubes y dijo
“Es un sitio feliz, allá no falta nada porque no se necesita nada”.
Al mirarse, el cuadrúpedo entendió que el
muchacho quería hacerle otra pregunta, le dijo: “Hable muchacho no tenga miedo porque
a eso he venido, a traerles un mensaje”. “Ah, bueno. Que tenemos que hacer para
encontrar el tesoro?”
El caballo se enderezó. “Son pocos los que se
arriesgan a conseguir el tesoro y como veo que están dispuestos a todo para
tenerlo, les diré. Deben seguir por la base de ésta serranía hacia el norte. Caminarán
siete horas por el pié de los montes hasta que encuentren una montaña árida de
vegetación espinosa y grandes piedras; no es muy alta, solo tiene doscientos
metros. Arriba verán una boca grande por la que entrarán y bajarán hasta el
fondo.
Ese es el volcán
del Tolima
Ahí vivió un gran brujo Pijao setecientos años, hasta que lo llamaron a otros lugares para enseñarle cosas a la gente. Como se le prohibió
llevar equipajes, dejó todo al cuidado de un viejo gigante servidor suyo que se
quedó en las entrañas del volcán.
Tienen que
encontrar a ese gigante y quitarle una llave que tiene amarrada en la muñeca de la mano izquierda. Buscarán un cofrecito en un agujero de la cueva donde duerme, lo abrirán con la llavecita, y sacarán el tesoro.
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