domingo, 22 de marzo de 2015

UN CONDOR GENIAL 42 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)




Ese es el volcán del Tolima
Ahí vivió un gran brujo setecientos años, hasta que lo llamaron a otros lugares. Como se le prohibió llevar equipajes, dejó todo al cuidado de un viejo gigante servidor suyo que se quedó en las entrañas del volcán.
Tienen que encontrar a ese gigante y quitarle una llave que tiene amarrada en la muñeca. Buscarán un cofrecito en un agujero de la cueva donde duerme, lo abrirán con la llavecita y sacarán el tesoro.
Si ustedes son los señalados para encontrarlo, no tendrán dificultades. Ese tesoro está ahí hace miles de años pero pocos han querido buscarlo. “Gracias caballo por decirnos eso, murmuró Coyaima en las orejas del animal. Le acariciò el cuello y la crin de plumas. “Gracias” dijo fresno acercándose para tocarlo también. “Gracias” le gritó el cóndor desde donde estaba. Había escuchado la charla y se había puesto feliz porque al fin llegarían a ese país.
Esa había sido la misión del equino de sangre verde. Por eso ya de pié, se sacudió y relinchó llenando la llanura de música otra vez. Caminó hasta la orilla de la laguna acompañado de los viajeros y volteando a mirarlos, les dijo “Adiós. No se desanimen nunca”. “Adiós” respondieron los amigos. “Que le vaya bien”.
Saltó al centro de la laguna quedándose un momento suspendido en el espacio, para desaparecer después, tragado por el agujero negro.
Quizás en èste mismo momento, ya estaba en sus habitaciones cósmicas.

Jóvenes y cóndor quedaron con un vacío en los huesos.
Cóndor calló. Coyaima respiró duro y Fresno dijo “Ahora tenemos que seguir por la serranìa, pero caminando. Es decir que si aprovechamos bien el día, estaremos llegando al volcán del tolima a las cinco de la tarde. “Si”, dijo Coyaima. Arranquemos pues.
Cóndor dijo “Yo  iré volando y miràndolos mientras caminan, así exploraré las montañas para encontrar fácil ese volcán”. “Bueno. Váyase pues”.
Caminaron dos horas por la llanura, siempre por el pié de las montañas. Ejercitaban los músculos otra vez y los pulmones que sintieron libre y saludable. Sudaban y comían frutas.  Cóndor iba a veinte o treinta metros, alto, dando vueltas sobre ellos. Se adelantaba, volvía veloz, en descensos para volverse a elevar, mientras sus amigos lo miraban contentos porque entendían que el ave aprovechaba para jugar con el aire, con la luz y con las  nubes.
En un rato llegaron a un bosque muy oscuro cuando el calor era fuerte todavìa. Cóndor siempre encima, aplicó los ojos para no perder a sus amigos.
Fresno y Coyaima caminaban alegres bajo el mar de hojas. Escucharon los gritos asustados de los monos que les tiraban pepas y semillas en un griterío alocado. Fresno se agachaba escondièndose detrás de los troncos para protegerse. Coyaima los miraba y se reía imitàndoles los gritos.
Muchedumbres de pájaros gritaban asustados saliendo de las ramas para volar a lugares mas tranquilos.
Una larga y gruesa culebra de color café-negro pasó a un metro. Se paró levantando la porra y haciendo Ssssss. Sssss. Sssss  con la lengua amenazadora; ellos retrocedieron lento, silenciosos, y ya retirados de aquel peligro, corrieron olvidados de todo.  Saltaron encima de los troncos, entre los charcos y las piedras, hasta que se cansaron deteniéndose por fin en un claro a donde bajaba la luz. 


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