Centenares
de bejucos los enredaban retardándolos en su salida.
En una extensión sin árboles a donde llegaba el
sol luminoso de las tres de la tarde, se veía un pantano no muy ancho pero si
largo, que les trancaba el paso. Sus aguas oscuras, fétidas, casi quietas, no
eran buen presagio; las raíces se profundizaban ahí desde las orillas para chupar
y fabricar la savia que las hojas, las flores y los futuros frutos esperaban.
Se confundieron.
“Y
ahora como hacemos para pasar? este pantano se ve muy largo y peligroso. Tendríamos
que caminar mucho, dando la vuelta para encontrar tierra firme”. “Como hacemos?”
Se asustaron pensando que les cogiera la noche
en esa manigua indeseable.
Caminaron por el borde del agua. Observaron las
copas de los árboles buscando soluciones; cogieron bejucos tanteándolos, midiéndoles la resistencia colgándose de ellos.
Se desalentaron viendo que cóndor no volaba encima del pantano. Les llegó el
miedo imaginando la noche ahí.
Fresno dijo “Tenemos que pasar por aquí”. “Pero
si nos metemos al agua nos ataca algún animal venenoso, o algún cocodrilo, o
una serpiente acuàtica”. “Y cóndor porqué no vendrá?” “ No sè. Yo creo que
podemos pasar colgados de algún bejuco; nos subimos a un árbol, nos impulsamos
y nos lanzamos al otro lado con toda la fuerza”, dijo Coyaima. “Esa es buena
solución” respondió Fresno. “Que idea tan buena”. Entonces se subieron a un
árbol que tenía el tronco inclinado.
fresno agarró un bejuco resistente; tiró y probando
su aguante, le dijo a Coyaima “Váyase usted primero que yo lo impulso. Con el envión
de éste bejuco alcanzamos a llegar a la otra orilla”. Coyaima no contestó, lo
que hizo fue irse a otra rama para impulsarse con fuerza diciéndole a su amigo “Tíreme
el bejuco que desde aquí cojo mas pulsión”. Fresno lo levantó lanzándolo a Coyaima
que lo atrapó con una mano mientras con la otra se sostenía de la rama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario