miércoles, 8 de abril de 2015

UN CONDOR GENIAL 45 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)




fresno agarró un bejuco resistente; tiró y probando su aguante, le dijo a Coyaima “Váyase  usted primero que yo lo impulso. Con el envión de éste bejuco alcanzamos a llegar a la otra orilla”. Coyaima no contestó, lo que hizo fue irse a otra rama para impulsarse con fuerza diciéndole a su amigo “Tíreme el bejuco que desde aquí cojo mas pulsión”. Fresno lo levantó lanzándolo a Coyaima que lo atrapó con una mano mientras con la otra se sostenía de la rama.
“Será un buen paseo encima del charco, gritó imaginando su largo y aventurero salto.
Se acomodó en otra rama que viò mas apropiada para lo que iba a hacer. Miró que nada le trancara el vuelo y sin pensarlo se lanzó, con sus piernas tensionadas y los puños bien cerrados en la liana. Se fue veloz sobre el agua pero no logró llegar a la otra orilla, el impulso no había sido  suficiente, quedándose colgado encima del pantano. Entonces gritó muy asustado “Fresno ayúdeme que no alcancé a llegar”. “La orilla está lejos”. “O es que el bejuco es muy cortico”.
Intentó subir pero solo consiguió trepar tres metros, le quedaban por lo menos ocho para llegar a una rama segura que le diera descanso. La resistencia se le estaba acabando y gritó otra vez “Ayúdeme Fresno que me voy a caer; ayúdeme que no aguanto mas”.
Los gritos del muchacho y la punta del bejuco que se metía en la laguna moviéndose brusca sacaron a los cocodrilos de su letargo. Nadaron taimados hasta la orilla quedándose ahí, mirando arriba, a donde colgaba el muchacho. Se saboreaban. Esa carne serìa para ellos un bocado exquisito. Varios se quedaron con las fauces abiertas esperando que el almuerzo cayera ya en sus estòmagos.
Fresno se dio mañas de llegar a un tronco cercano para ayudar a Coyaima pero no lo alcanzó. “Rápido Fresno que no aguanto mas. Muévase”. “Sosténgase otro poquito mientras subo a levantar el bejuco”. “Rápido rápido. No se demore”. “Ya, ya”.
Habían catorce saurios. La guerra entre ellos sería mortal por un pedazo de carne humana. Esperaban con aparente calma pero con gran ferocidad.
Echarían un tarascazo definitivo, tragarían y harían la digestión en un rincón del pantano, medio dormidos.
 


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