martes, 14 de abril de 2015

UN CONDOR GENIAL 46 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colmbianos"




Echarían un tarascazo definitivo, tragarían y harían la digestión en un rincón del pantano, medio dormidos.
Fresno llegó a la rama donde se descolgaba el bejuco. Quiso levantar a su amigo pero no pudo porque su fuerza no era mucha. De repente una sombra grande y ruidosa se metió entre las ramas de la orilla. Al mirar, Coyaima vio al cóndor estirar las garras muy forzado entre los milenarios àrboles que crecían en el pantano y no lo dejaban moverse libremente. Se alargó mas, acercándose al bejuco donde colgaba el muchacho, logrando agarrar a Coyaima al que aseguró ràpido en sus garras volando después por encima de los árboles con su amigo a salvo. Había recorrido veinte metros pero se devolvió gritandole al otro muchacho “ahora vengo por usted, Fresno, esté listo. “Bueno, no se demore”.
Aceleró el vuelo para encontrar un lugar seguro, mientras el muchacho se agarraba fuerte de la pata amiga. Llegò a un sitio abierto con arbustos violeta y frutas como totumas. Allí podía mirar un llano de baja vegetación. Bajó al pasto poniendo al muchacho con suavidad ahì, y sin pararse a descansar levantó otra vez el vuelo mientras le decía a su amigo “Espéreme no se mueva de aquí que ya vengo. Voy por Fresno”.
Subió velòz cincuenta metros, rompiendo en pedazos las nubes que estaban recostadas sobre el bosque. En cuatro minutos llegó al pantano.
Encaramado arriba del árbol Eliseo le hizo señas a la vez que le gritaba “Cóndor, cóndor aquí estoy, y movía los brazos y la cabeza ansioso por salir de allì.
El pájaro, suspendido en el aire agitaba las alas como un colibrí gigantesco. Miraba como rescatar al otro joven. Se acercó mas, gritando “Baje a las primeras ramas porque ahí donde está no puedo llegar, pero no baje al suelo porque los cocodrilos se lo comen”. “Apúrele pues”.
El joven se descolgó hasta la primera horqueta mirando cómo los cocodrilos esperaban la comida; se impulsaban bruscos desde el agua podrida para quedarse después quietos y solapados con sus amarillosos ojos alerta.
Ahora el buitre descendió, pero no pudo agarrar al muchacho, ramas gruesas se lo impedían, entonces le dijo mientras movía las alas “Haga lo mismo que coyaima, agárrese de un bejuco y láncese para que quede en el espacio abierto, así podré atraparlo.
Trepó el muchacho por los tallos, brincó en otros y agarró el mismo bejuco donde  había quedado colgado Coyaima. Se tiró sin fuerza quedando suspendido encima del pantano. Los cocodrilos se inquietaron fieros. Levantaron la cabeza con las fauces abiertas, quedándose así hasta que el buitre bajó atrapando a su amigo con la garra izquierda; cerró los dedos alrededor del muchacho y subió al espacio limpio de la tarde, le parecía llevar una gacela, porque sentía el temblor del muchacho en su pata. Sonrió por eso, y voló hasta donde los esperaba Coyaima que se levantó al verlos; movió los brazos y sonrió alegre sintièndose por fin junto a sus amigos.
Cóndor puso a Fresno en la hierba. “Las dificultades nos fortalecen y nos vuelven guerreros”, dijo. “Terminaremos el viaje al volcán del Tolima pero volando. A pié nos gastaríamos mucho tiempo. Por aire solo quince minutos, de modo que repónganse y seguimos.


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