lunes, 20 de abril de 2015

UN CONDOR GENIAL 47 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)




Cóndor puso a Fresno en la hierba. “Las dificultades nos fortalecen y nos vuelven guerreros”, dijo. “Terminaremos el viaje al volcán del Tolima pero volando. A pié nos gastaríamos mucho tiempo. Por aire solo quince minutos, de modo que repónganse y seguimos.
Se tendieron en la hierba, Fresno se puso bocarriba estirando las piernas.
Con las manos debajo de la nuca miraba el azul infinito del espacio y las figuras que las nubes inventaban con el aire en lo alto, y allà lejos al borde de la llanura.
coyaima recordaba los cocodrilos feroces de la laguna, en la selva en la que hacìa poco habían estado. Cerró los ojos viéndoles la boca llena de candela y los ojos también con llamas rojas queriendo incendiar las aguas y la selva. Se movían taimados abalanzándose sobre él, desgarrándolo y devorándolo en tres bocados solamente. Fue tal el impacto de la visión que abrió los ojos asustado gritando  “Vámonos, vámonos ya, yo quiero llegar ya al volcán del Tolima.
Cóndor y Fresno se miraron cómplices, comprendiendo que algo raro tenía Coyaima. Tenìan que estar cuidadosos con el.
El  ave sacudió las alas muy fuerte, bostezó largo y perezoso y se inclinó poniendo el buche contra la tierra para que los muchachos subieran a sus costillas. Ellos treparon colgándose de las plumas.
Caminaron sobre el costillaje buscando sitios cómodos, ahuecàndose luego entre las costillas sintiéndose finalmente bien entre las tibias plumas.
Voló rápido en el aire transparente, limpio. Aguzó la vista para descubrir  el volcán que con seguridad ya estaba cerca. No olvidaba las palabras del caballo de sangre verde “vayan por el pié de los montes hasta una montaña de doscientos metros, árida y a veces nevada, con grandes piedras en las laderas. Seguro esa noche dormirían cerca del volcán y madrugarían a entrar por la gran boca.
En quince minutos vieron la montaña. Estaba nevada, con enormes rocas milenarias de colores blanco grisáceos en las laderas. En la cima descubrieron una boca de cuarenta metros de diámetro rodeada de piedras rojizas grandes. Parecìan piedras incandescentes listas a explotar de calor.
Cóndor voló en círculos, observando todo cuidadoso  “Al fin llegamos, este es el famoso nevado del Tolima”. “Si”, gritó Coyaima. “La montaña no es que sea tan bonita”, dijo Fresno estirando la cabeza para mirar el lugar donde se guardaba el tesoro. Asì hablando cosas, descendieron junto al cráter planeando suave, en largos ángulos encima de las rocas y la nieve.
No esperó Fresno a que el ave terminara de caer, cuando se  paró entre las alas del buitre para tirarse al suelo junto con Coyaima que también se alzó, deslizándose luego agarrado de las plumas. Despues saltaron sobre un montón de lava de color gris, cubierta de lama antigua
Como ya llegaba la noche, buscaron un lugar para descansar, protegidos del sereno y de los bichos venenosos que seguramente llegarìan.



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