Sus pies callosos, picados por los animales, en
ellos y en las manos se le habían formado garras parecidas a las de las aves de
rapiña. El ojo bueno lo tenía lagañoso.
Su excremento se extendía en la arena entre
las piedras y en los charcos, y no le importaba acostarse encima de ellos. En general su piel era cuarteada, descolgada
revelando una edad indefinida. “Debe ser muy peligroso” dijo fresno en un
cuchicheo miedoso. “Está dormido, profundo”. “Tendrá la llave del tesoro?” “Miremos a ver. . .”
Se acercaron mas, viendo que en la muñeca
tenía amarrada una llave sujeta con un cordón oscuro y brillante por el mugre y
la grasa del lugar.
En ese instante y por los ruiditos de los
muchachos, el gigante abriò el ojo bueno levantándose rápido al ver la
inesperada visita.
Se puso asustado, desafiante, muy colérico.
Quiso atraparlos de un manotazo pero ellos huyeron
a lo largo de la pantanosa caverna saltando por las piedras y las rocas,
escondiéndose detrás de ellas. Se hundieron en los charcos rasgándose la carne
de los brazos y las piernas con los bordes de los peñascos. Respiraban suave porque
cualquier ruido era peligroso. Esperaban al hombre que con la antorcha en alto,
caminaba examinando los rincones y escuchando los ruidos por inaudibles que
fueran. Fresno dijo muy bajito “No podemos separarnos, démonos la mano para ir
siempre por el mismo lado.
El hombre escuchó los susurros y de dos
zancadas llegó a la piedra detrás de la que estaban los muchachos escondidos.
Saltó asombroso semejante a un gimnasta loco, agarrando la manga de la camisa de fresno que se desprendió violento al arrancar a correr
pavoroso por cualquier lado.
El gigante siguió tras ellos y los jóvenes corrían.
Subían, saltaban, se descolgaban y gritaban locos “Coyaima, Coyaima venga por aquí. “Corramos
por éste lado”. “No, por aquí es mejor”. “Viene muy rápido”. “Cuidado con esa
piedra, se nos viene encima” “Y ahora que vamos a hacer?” “No sé”. “Esperemos a
ver que pasa”. “Venga metámonos por aquí”.
Ya tenían sangre corriéndole por los brazos,
las piernas, el estòmago….. y muchos moretones.
. . .De pronto el guardián de la caverna se
quedó quieto con la antorcha en alto, se puso la mano en la frente sintiendo un
sudor frío corriendo por los surcos de su cara. Un recuerdo como un relámpago
pasó por su mente añorando los tiempos en que tuvo el volcán lleno de licores
robados por las noches a los habitantes del cielo. Acezaba sin encontrar aire
para sus pulmones y su corazón que estaba enloquecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario