domingo, 31 de mayo de 2015

UN CONDOR GENIAL 54 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)
































Le escucharon sus últimas palabras jadeantes “Los dioses son los culpables de mi muerte. No pude comprenderlos ni ellos me entendieron. No saben lo que pierden. Adiós. Y se quedó inmóvil. “Que pesar del gigante, era bueno, dijo Coyaima acercándose. Se miraron con Fresno y agachándose le agarraron el brazo, le quitaron la llave después de cortar el cordón con una piedra. Coyaima la guardó en un bolsillo del pantalón y Fresno dijo “Ahora somos poderosos, el mundo es de nosotros”.
Mientras los bichos llegaban al cuerpo del gigante para darse el último banquete, Fresno corrió con la antorcha, seguido por Coyaima.
Entraron a la gruta examinando las paredes para encontrar el cofre; no alcanzaban a tantear  bien arriba, entonces hacían rodar piedras para pararse, otras veces Coyaima se encaramaba en los hombros de Fresno, asì no se les quedarìa rincón sin verificar.
Coyaima dijo “Yo creo que es bueno empezar por la derecha y seguir así hasta revisar todo con orden. “Si”, respondió el otro joven caminando a la entrada,  ubicándose con la antorcha en el borde de la boca.
Palpaban centímetro por centímetro y miraban detenidamente. De pronto recordaron las palabras del caballo de sangre verde “Tienen que encontrar al gigante y de algún modo quitarle una llave que lleva amarrada en la muñeca; buscarán un cofrecito en la cueva donde duerme, lo abrirán y sacarán el tesoro. Si son ustedes los señalados por las estrellas, no tendrán dificultades”.
En cuarenta minutos examinaron la mitad de las paredes y la bóveda sin resultado “Donde estará?”  “Que tan grande será el cofre?” “Será que está detrás de alguna piedra o enterrado?” “No podemos dejar ni un punto sin buscar”. Sigamos.
Metían las manos en los ángulos, cavidades de todas las formas y tamaños, hendiduras anchas, angostas, largas. Aguzaban los ojos, tensionaban los músculos. En dos horas de exploración terminaron, pero nada encontraron.
Estaban cansados. “Que hacemos?” “Volvemos a buscar?” “Si, toca buscar otra vez”.
Tenían sed. La única agua que había era la de los pantanos, fueron al borde de uno, y alumbrados por la antorcha limpiaron la superficie de lama, telarañas e insectos, además de la caca del gigante. Se echaron bocabajo y bebieron hasta llenarse.
Se sentaron un rato en las piedras, Eliseo Víctor dijo














No hay comentarios:

Publicar un comentario