Le escucharon sus
últimas palabras jadeantes “Los dioses son los culpables de mi muerte. No pude
comprenderlos ni ellos me entendieron. No saben lo que pierden. Adiós. Y se
quedó inmóvil. “Que pesar del gigante, era bueno, dijo Coyaima acercándose. Se
miraron con Fresno y agachándose le agarraron el brazo, le quitaron la llave
después de cortar el cordón con una piedra. Coyaima la guardó en un bolsillo
del pantalón y Fresno dijo “Ahora somos poderosos, el mundo es de nosotros”.
Mientras los
bichos llegaban al cuerpo del gigante para darse el último banquete, Fresno corrió
con la antorcha, seguido por Coyaima.
Entraron a la gruta examinando las paredes
para encontrar el cofre; no alcanzaban a tantear bien arriba, entonces hacían rodar piedras
para pararse, otras veces Coyaima se encaramaba en los hombros de Fresno, asì
no se les quedarìa rincón sin verificar.
Coyaima dijo “Yo creo que es bueno empezar por
la derecha y seguir así hasta revisar todo con orden. “Si”, respondió el otro
joven caminando a la entrada, ubicándose
con la antorcha en el borde de la boca.
Palpaban centímetro
por centímetro y miraban detenidamente. De pronto recordaron las palabras del
caballo de sangre verde “Tienen que encontrar al gigante y de algún modo quitarle
una llave que lleva amarrada en la muñeca; buscarán un cofrecito en la cueva donde
duerme, lo abrirán y sacarán el tesoro. Si son ustedes los señalados por las
estrellas, no tendrán dificultades”.
En cuarenta
minutos examinaron la mitad de las paredes y la bóveda sin resultado “Donde
estará?” “Que tan grande será el cofre?”
“Será que está detrás de alguna piedra o enterrado?” “No podemos dejar ni un
punto sin buscar”. Sigamos.
Metían las manos
en los ángulos, cavidades de todas las formas y tamaños, hendiduras anchas,
angostas, largas. Aguzaban los ojos, tensionaban los músculos. En dos horas de
exploración terminaron, pero nada encontraron.
Estaban cansados. “Que
hacemos?” “Volvemos a buscar?” “Si, toca buscar otra vez”.
Tenían sed. La
única agua que había era la de los pantanos, fueron al borde de uno, y
alumbrados por la antorcha limpiaron la superficie de lama, telarañas e
insectos, además de la caca del gigante. Se echaron bocabajo y bebieron hasta llenarse.
Se sentaron un
rato en las piedras, Eliseo Víctor dijo
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