viernes, 5 de junio de 2015

UN CONDOR GENIAL 55 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)


Estaban cansados. “Que hacemos?” “Volvemos a buscar?” “Si, toca buscar otra vez”.
Tenían sed. La única agua que había era la de los pantanos, fueron al borde de uno, y alumbrados por la antorcha limpiaron la superficie de lama, telarañas e insectos, además de la caca del gigante. Se echaron bocabajo y bebieron hasta llenarse.
Se sentaron un rato en las piedras, Eliseo Víctor dijo “Ahora lo que nos queda es buscar por toda la caverna, en los pantanos, entre las piedras, en cada rincón; no nos iremos sin encontrar el cofrecito, seríamos cobardes”. “Claro. Que tal llegar hasta aquí y salir sin nada, si hicimos el viaje fue para encontrar el tesoro”. Poniéndose de pie y con la antorcha en alto examinaron las  paredes. Serían las once de la mañana, cóndor estaría esperándolos ya en la boca del volcàn.
Trepaban en las piedras; movían otras, desencajaban muchas, formando polveros y  barrizales. Consiguieron pedazos de palos para chuzar en lo alto y para que cayeran piedras débiles; se agacharon en los pantanos, hundieron las manos en el barro. . . nada.
Eran la cuatro y media de la tarde.
Estaban agotados y hambrientos cuando de pronto la voz del cóndor resonó en las paredes del fondo. “Coyaimaaaaa, Coyaimaaaaa, Fresnoooooo donde estaaaaaan, que les pasooooo?. Salgan que no puedo entrar,  no quepo por aquiiiiiiiii.
Se quedaron callados a ver si el ave seguía gritando “Saaaaalgan, estáaaaaan bieeeeeen?
Sintieron alivio por la voz del amigo. Entonces gritaron “Aquí estamooooooos aquí estamoooooos”. “Y por qué no saleeeeeen?” “No hemos encontrado el cofreeeeee”.
Los gritos golpeaban las paredes chocándose como flechas invisibles. “Y ahí está el giganteeeeee?” “Se murió ésta mañana de asfixiaaaaa, nos perseguíaaaaaa y no resistió el esfuerzoooo”. “Ya buscaron en todas parteeeeeees?”  “Si, pero no encontramos naaaaaadaaaaaa”. “Vengan y les digo lo que hay que haceeeeeeer, salgaaaaan, salgan yaaaaa”.
Se miraron agarrando la antorcha. Corrieron a la garganta de la montaña; debían escalar sesenta metros.
Fresno gritó “Hola cóndooor hace rato está ahíiiiiii?” “Desde las diez de la mañanaaaaa. Salga uno de ustedes para darles algo que arreglará los problemaaaaaas”. “Yo voyyyy”, contestó Coyaima brincando en una piedra. 



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