miércoles, 24 de junio de 2015

UN CONDOR GENIAL 58 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)



dejaron la urnita en la arena y corrieron a la salida con el estuche en la mano.

Escalaron la garganta en un instante sin reparar en dificultades.  Fresno se precipitó al cóndor diciéndole  “Ya lo tenemos, encontramos el tesoro”.
Se abrazaron muy contentos. Cóndor abrió un ala felicitándolos. Gritaron enloquecidos por la dicha y bajaron corriendo por la falda de la montaña hasta el pasto que estaba tierno. “Somos poderosos somos poderosos”. “Somos dueños de todo”. “Valió el esfuerzo que hicimos”.
Cóndor estaba radiante.
 Finalmente se miraron riendose alucinados, realmente trastornados de alegría. Así duraron tres minutos hasta serenarse.
Fresno sacó el estuche del bolsillo mostrándoselo al ave  “Ese tesoro lo han perseguido millones de personas. Nosotros somos los privilegiados al encontrarlo”, dijo cóndor saltando alegre. A Fresno le temblaron las manos y las piernas; fue tanto el nerviosismo que le diò, que el estuche se le cayó de pronto. Se agachó recogiéndolo ràpidamente. Un sudor frío lo recorrió feamente de la coronilla a los talones. Se estremeció por eso. Soltó el cordón mirando el interior, viendo en el fondo un objeto brillante, traslúcido e inexplicable. La luz del universo completo estaba en el, y palpitaba como un corazón iluminado. El objeto daba la impresión de estar y no estar al mismo tiempo ahì. Las velocidades de sus átomos confundían en un espacio infinito y limpio.
En ese instante precisamente apareció el rey del viento a unos veinte metros de ellos.

Venía con una gran sonrisa. Se desmontó de su trineo espacial y caminando muy contento, se unió a ellos sin que se dieran cuenta.  Los saludó, sorprendiéndolos con su presencia y su voz, entonces ellos levantaron la cabeza. “Es una alegría haberlos encontrado”, dijo.

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