En ese instante
precisamente apareció el rey del viento a unos veinte metros de ellos.
Venía con una gran
sonrisa. Se desmontó de su trineo espacial y caminando muy contento, se unió a
ellos sin que se dieran cuenta. Los
saludó, sorprendiéndolos con su presencia y su voz, entonces ellos levantaron
la cabeza. “Es una alegría haberlos encontrado”, dijo. “Hola rey usted por aquí?
le preguntó el cóndor, asombrado, viéndolo vestido con su capa roja desde los
hombros hasta los pies y una corona de oro y esmeraldas, además de un bastón de
plata en el que se apoyaba en su pesado caminar. “Es que voy al país
desconocido. Logré verlos desde las nubes y sentí ganas de saludarlos porque me
di cuenta que habían encontrado el
tesoro”. “Y usted quién es?” Le preguntó Coyaima, “Por qué llega con tanta
confianza, como si fuera un conocido?”
Miraba al
visitante, muy sospechoso, lo mismo le pasaba a Fresno. Lo recorrían de arriba-abajo con los ojos, sintiéndole
algo enigmático pero atractivo. “Ah, el es el rey del viento. Mi grande amigo
de hace muchos años”, dijo el cóndor como quitándose un problema de su cabeza. “El
rey del viento?”. “Si. El fue quien me hizo jefe de las aves y de las montañas hace
un tiempo, y quién me regaló tambièn la piedra del poder que hemos usado varias
veces en èste viaje”. “Verdad?...Es increíble que se aparezca de èste modo tan
inesperado”
Lo miraban sin
entender lo que pasaba, pero se dieron cuenta que era un inmortal porque no le podían
calcular la edad. Podían asegurar que era un adolescente, o un hombre centenario
que había vivido desde siempre.
Coyaima cayó en
cuenta que no le había entregado la piedrita del poder al cóndor, y sacándola
del bolsillo se la dió al ave que la cogió con el pico metiéndola en la
profunda arruga de la pata izquierda.
El ave siguió
explicando cosas que le habían pasado con aquel hombre “El rey del viento me dio
también el secreto para conseguir la fuerza y la risa”. “Quiere decir que tenemos
suerte al estar con un verdadero rey, hoy”. “Así es. En éste momento ustedes
tienen el universo en la mano y deben alegrarse mucho por eso”, dijo el rey
mirando despreocupado a los jóvenes. Me alegro y celebro con ustedes el acontecimiento”.
“Entonces usted debe saber que hicimos este viaje desde la montaña brillante y que
finalmente no perdimos el esfuerzo”, dijo Fresno mirando la cara del hombre llena de fulgor. “Bueno,
pero miremos el tesoro a ver de que se trata”, propuso el visitante.
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