“Quiere decir que tenemos
suerte al estar con un verdadero rey, hoy”. “Así es. En éste momento ustedes
tienen el universo en la mano y deben alegrarse mucho por eso”, dijo el rey
mirando despreocupado a los jóvenes. Me alegro y celebro con ustedes el
acontecimiento”. “Entonces usted debe saber que hicimos este viaje desde la
montaña brillante y que finalmente no perdimos el esfuerzo”, dijo Fresno mirando la cara del hombre llena de fulgor suave “Bueno,
pero miremos el tesoro a ver de que se trata”, propuso el visitante.
Fresno volteó el
estuche haciendo rodar en su mano izquierda una piedrita aceitosa radiante del
tamaño de una nuez.
Brillaba de un
modo desconocido y bello. Tenía todos los colores del mundo, pero finalmente su
color era un blanco-luminoso-transparente. El rey interrumpió el encanto de ese
momento diciendo “Ah ya recuerdo. Esa es
la piedra de que han hablado los sabios y todos los profetas del mundo.
En una época que
ya no recuerdo, quise buscarla pero después abandoné el proyecto porque todavía
no era mi tiempo de iluminaciòn. Sentí pesar porque en ella palpita la luz de
siete estrellas y quien la tiene, tiene el universo entero en sus manos”.
Mientras el
visitante hablaba, ocurría algo raro.
De la piedra que Fresno
tenía en la mano, salieron cuatro rayos de luz estremeciéndose como rayos
poderosos en el espacio, atravesando el pecho del rey, del cóndor y de los
adolescentes.
Al contacto de esa
luz sintieron gozo, mucha dicha y liviandad. Notaron que eran dueños de todo y
que una puerta cerrada durante siglos, se abría milagrosamente en su pecho.
Fue ahí cuando se hicieron dueños de los secretos
del corazón. Sintieron la mente abierta e ilimitada, comprendieron el
significado de las cosas, y el poder que ahora tenìan sobre el universo.
Después de eso, la
piedrita desapareció inexplicable.
“Ahora el tesoro
está dentro del pecho mío y dentro del pecho de ustedes, dijo el rey del viento;
Nos dará mucho conocimiento, total
fuerza y sabiduría ilimitada.
Se quedó callado
lo mismo que sus amigos, en contemplación. Abrió los brazos diciendo “Agradezcamos
a la naturaleza éste obsequio”.
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