martes, 14 de julio de 2015

UN CONDOR GENIAL 61 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos)


“Ahora el tesoro está dentro del pecho mío y dentro del pecho de ustedes, dijo el rey del viento;  Nos dará mucho conocimiento, total fuerza y sabiduría ilimitada.
Se quedó callado lo mismo que sus amigos, en contemplación. Abrió los brazos diciendo “Agradezcamos a la naturaleza éste obsequio”.
Se cogieron de las manos y las alas concentrándose, formando parte de las fuerzas universales que ahora tenìan en actividad en sus cuerpos. Cóndor dijo “Tenemos que volar a la ciudad del ruido en èste mismo momento”. Miró a Coyaima, luego a Fresno para hacerles entender que la aventura a la montaña del tesoro terminaba. “ Yo los acompañaré en el viaje de vuelta y cuando lleguemos a la ciudad seguiré mi vuelo al país desconocido”, dijo el rey dichoso, porque un fuerte gozo ìntimo lo exaltaba.
El ave descolgó el ala para que los amigos subieran a su espalda.
La capa del rey le impedía los movimientos libres, entonces Fresno que ya estaba arriba lo ayudó dándole la mano y jalándolo, mientras Coyaima lo empujaba de las nalgas y las piernas desde abajo. Finalmente se acomodó entre el plumaje sintìèndose bien. “Gracias”, dijo.
Los jóvenes encontraron sitio en un momento, en las espaldas  del ave. Le Dijeron “Ya estamos listos, arranque pues”.
El ave volteó a mirarlos para asegurarse que estaban bien, dio una carrera de treinta metros impulsándose luego a lo alto, elevándose poderoso entre el espacio gris de la noche que empezaba.
Atravesó las nubes sintiendo que el rocío se les pegaba en el pelo, en la cara y en la ropa; el plumaje del ave se refrescó. Esponjándose y aceitàndolo voló mucho, mucho rato.
Tenían un calorcito indefinible en la columna, en la nuca, en el hígado, en el corazòn y en general en todo el cuerpo sentían ligereza como si fueran capaces de volar por si mismos. Estaban tan tocados por esas cosas que el universo le regala a quienes lo persiguen y lo descubren, que no se dieron cuenta del vuelo, porque sus mentes y el todo eran una sola cosa
A los dos o tres minutos de haberse venido del volcán del Tolima, según dijeron después, vieron la ciudad 

del ruido despertándose del sueño. 

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