domingo, 26 de julio de 2015

UN CONDOR GENIAL 62 (La historia de uno de los ùltimos còndores que nos quedan en los Andes Colombianos



A los dos o tres minutos de haberse venido del volcán del Tolima, según dijeron después, vieron la ciudad del ruido despertándose del sueño de la noche. La gente se levantaba y se alistaba para seguir en su rutina de los dias. Los carros querían con su velocidad, ganarle la carrera al tiempo.
Cóndor voló en círculos por la orilla de la ciudad sin decidirse a bajar hasta que en la última vuelta se dejó caer en una colina alejada de las avenidas y los edificios que eran como agujas tejiendo nubes.
La maleza era baja allí y escasa, los árboles respiraban humo, gases tòxicos. Atmòsfera envenenada
Cóndor aterrizó nervioso, la ciudad lo asustaba como ninguna otra cosa. Presentìa la maldad humana contra el. Miraba seguido abajo con un sentimiento de vacío y abandono. Coyaima y Fresno estaban contentos porque volvían a la casa. Decían “Hemos llegado”. “Apenas está amaneciendo”.
El rey dijo “Hemos conseguido el verdadero regalo. El que dà el universo a aquellos que se arriesgan a visitar la ciudad del tesoro”. “Si señor. Nosotros al fin comprendimos todo y sabemos que falta un lenguaje para explicar exactamente eso” contestó Coyaima.
Se agacharon para besarlo en las mejillas y decirle “Gracias por todo lo que ha hecho con nosotros, rey”. “No lo olvidaremos aunque el tiempo pase persiguiendo la destrucciòn”. “Otro día volveremos a vernos”.
Cóndor estaba callado.

Quien sabe que cosas pasaban por su mente porque los ojos los tenía tristes, encharcados.



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