El rey dijo “Hemos conseguido el verdadero regalo.
El que dà el universo a aquellos que se arriesgan a visitar la ciudad del
tesoro”. “Si señor. Nosotros al fin comprendimos todo y sabemos que falta un
lenguaje para explicar exactamente eso” contestó Coyaima.
Se agacharon para
besarlo en las mejillas y decirle “Gracias por todo lo que ha hecho con
nosotros, rey”. “No lo olvidaremos aunque el tiempo pase persiguiendo la
destrucciòn”. “Otro día volveremos a vernos”.
Cóndor estaba callado.
Quien sabe que cosas pasaban por su mente
porque los ojos los tenía tristes, encharcados.
Los jovencitos saltaron de las espaldas del
ave, cayendo en la hierba húmeda. El buitre sacó fuerzas de muy adentro,
carraspeó y dijo “De ahora en adelante
vendré todos los meses aquí, para que nos veamos y hablemos de las cosas que
nos pasan. Podemos encontrarnos el último día de cada mes. Llegaré a éste lugar
alejado de la ciudad, porque debo cuidarme. Sé que si me acerco mucho los
hombres me matarán, o me encerrarán en una jaula el resto de mi vida”. “Y nosotros
volveremos a la montaña de la nieve cuando el ruido nos fastidie y el humo nos
ahogue en las calles. volveremos en globo dijo Fresno.
Se abrazaron quedándose así un momento. El rey
encima de las costillas del ave sonreía mirando la escena, dijo “Volveremos a
vernos, tengan la seguridad de eso”. “Si”, contestaron.
Cóndor batió las alas, poderoso, y se elevó en
el espacio blanco, sin voltear a mirar a sus amigos. Dio la vuelta en dirección
a las montañas yéndose con su carga imperial hasta convertirse en un punto en dirección a la
montaña de la nieve donde el rey activaría el control de su trineo espacial,
para hacerlo llegar desde el volcán del Tolima
y continuar el viaje al país desconocido.
Coyaima y Fresno caminaron callados un rato
entre arbustos, piedras y malezas. Después de dos horas de marcha, se metieron
en las calles de la ciudad del ruido entre miles de personas que ya habían
salido de sus casas buscando su diaria rutina y el olvido del tiempo. Hombres y
mujeres se afanaban en sus inconscientes vidas, sin darse cuenta que dia y
noche, a toda hora y en cada minuto, llevaban el corazón vacío.
Fin de "UN CONDOR GENIAL"
Carlos Julio Dàvila Forero.
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