sábado, 29 de agosto de 2015

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 4 (La historia de una criatura humana de ocho centìmetros)



La piel de la cara y el pecho era una suave alfombra en la que se tendían con los brazos abiertos o se echaban de costado recibiendo el sol.

Después de dos horas que para ellos fueron seis, se pusieron impacientes porque el joven no se movía. Quizás estuviera enfermo de paràlisis o hubiera sufrido un ataque desconocido. Que sería?
Entonces uno de los alupios caminó por el cuello, trepó a la oreja izquierda y llegó a la mejilla, se asomó a la boca mirando el abismo. Se agachó en los orificios de las narices observando la oscuridad de allí, luego se tendió en la mandíbula inferior para volver a levantarse pensativo y subir a los ojos, a uno de los cuales le levantó el párpado con un dedo tembloroso. Se quedó mirando el color café de aquel mar quieto y oscuro, y bajando otra vez el párpado caminó por las cejas dejándose resbalar por las mejillas.
Seguramente el sueño y el cansancio ya le habían pasado al gigante, quizás las travesuras de los alupios lo despertaron por fin, porque el durmiente abrió los ojos expulsando de un manotazo a ocho criaturas que como lagartijas desprevenidas cayeron al pasto. Otro enjambre de alupios que estaba en el pecho, rodó al suelo cuando el joven se incorporó, admirado de ver esas criaturas diminutas con forma humana.
Ahora si que quedaron de verdad  boquiabiertos tendidos en la hierba y sin poder pararse. . .O no querían hacerlo por el miedo. Otros mas listos se pusieron de pie con los ojillos asustados y los brazos agitados por la sorpresa.
No atinaban a comprender lo que había pasado. Andaron confundidos de aquí para allá y de allá para acá y al ver la increíble magnitud del muchacho ahora sentado, quedaron sin palabras. No huyeron porque el mágico atractivo del gigante los paralizaba.
El joven también estaba atónito.
los observaba preguntándose porqué aquellos seres tenían forma humana. Les alcanzaba a escuchar sus vocecillas extrañándose de que tuvieran un lenguaje.
Despacio estiró el brazo derecho cogiendo a tres que se habían quedado agarrados del tallo de una rama. Se quedaron petrificados en las manos de Axo y el les sentía el temblor como pajaritos en manos del cazador.
Los otros alupios no se movían. Esperarían el tiempo que fuera para llevarse a los compañeros retenidos. “Ustedes quienes son?” Preguntó Axo a las criaturas que tenía en la  palma de la mano.
Ninguno contestó.
Entonces puso a dos de ellos en el suelo quedándose con uno. Lo cogió entre sus dedos índice y pulgar observándolo como quien mira un insecto o una babosa.
Era del tamaño de una lagartija y parecía un juguete extremadamente inteligente.
Tenía bigotes verdes que se alisaba seguido como si tuviera un tic de nervios. .Lo guardaría en su bolsillo porque presentía que le daría suerte en el viaje a la montaña. De seguro no sería un estorbo pensó Axo.

Ahora lo cogió con delicadeza de la cintura escuchándole una voz vibrante como el canto de un grillo “No nos haga nada. Somos alupios y queremos ser sus amigos”.



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