La
muchedumbre se agitó. “Usted no puede irse Eres. No conoce al gigante no sabe
quién es. Puede hacerle daño. Usted no se irá”. “No, no, no se irá” gritaron en
una algarabía ensordecedora.
Levantaban
los brazos agitándolos en protesta, se movían de un lado a otro enfebrecidos
mirándose y comentando cosas en un rumor como de abejas haciendo miel en el
panal. La cara se les había puesto muy roja y se espelucaban manoteando y
hablando en un desorden irracional como insectos peleando. Muchos se elevaban igual
que pelotitas impulsadas por sus propios saltos. “No no, no se irá” repetían sin
parar. No se resignaban a que Eres se
fuera con el gigante. “Pero yo quiero ir” gritó Eres saltando de la mano del
muchacho y bajando al suelo en suave navegaciòn. “El gigante es bueno lo se”.
La
multitud lo rodeó.
“Usted
no puede irse le dijeron. Correrá peligro, de pronto lo destripa”. “No me
destripará. Tiene buenos ojos y ahì se refleja como es, yo se”.
Se
fueron callando frente a la terquedad de Eres. Que podían hacer si quería
acompañar al muchacho?
Uno
de piel violeta y cabello hasta la cintura gritó de pronto “Dejémoslo que se
vaya es su decisión”. “No se preocupen contestó Eres. Nos comunicaremos siempre.
Pondré a funcionar mi glándula universal para estar en contacto a toda hora con
todos” “Usted verá, después no se vaya a quejar por lo que le pase, pero de
todos modos lo estaremos esperando”. “Volveré. Cuando lleguemos a la cumbre de
la montaña, regresaré. No se si el gigante venga conmigo pero yo volveré”.
Se
miraron entendiéndose callados.
Entonces
la muchedumbre saltó al espacio blanco elevándose ochenta centímetros y
avanzando veinte metros en una suave navegación de alas para luego desvanecerse
como una nube de libélulas que de pronto se pierde arrastrada por el viento.
Solo
quedaron los dos bajo el árbol.
Axo
estiró el brazo, cogió a la criatura poniéndola al frente de su cara. Extendió
la mano para que se quedara allí el tiempo que quisiera. “Usted por qué hizo
eso? Le preguntó el joven por qué quiere ir conmigo?” “Porque usted me cae bien
y porque me da pesar que se vaya solo”.
Axo sonrió.
“Lo
que pasa es que yo le puedo ayudar para que su viaje sea fácil. Conozco los misterios del mundo y de
lo que tiene, y así no tendrá problemas porque le diré todo para que nos vaya
bien”
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