martes, 22 de septiembre de 2015

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 8 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros.)



Un día amaneciendo cuando la brisa empezaba a tibiarse y cuando los árboles estiraban los brazos para desperezarse, la criatura se movió dentro de la cáscara rompiéndola con un golpecito de su cabeza y permitiendo que la luz le llegara a los ojos. Se asomó largo rato a los bordes de su huevo quedando asombrado de tantas maravillas en la naturaleza, y levantándose de un saltico corrió en el pasto y sobre las raíces húmedas mientras las nubes dejaban caer un rocío que lo lavaba suave mojándole las alas que desplegaba iguales a las de un colibrí.
Vio como venían detrás de él miles de alupios llamándolo para que los esperara. Querìan conocerlo.
Gritaban y reían por la orilla de la laguna y las bajas mesetas siempre hùmedas.
Un recién nacido siempre llamaba la atención y esta no era la excepción, de modo que
después de larga carrera y muchos vuelos y exclamaciones, lo alcanzaron junto a los nidos de los pájaros violeta. Lo capturaron con una red azul sedosa y lo llevaron a un bosque de árboles enanos donde le dieron un lugar entre las raíces.
Era andrógino como todos.
Sus dos sexos le daban a la vez una apariencia suave y femenina, a la vez que una gran fuerza muscular y un poder varonil le invadía el cuerpo. Podía hablar delicado y tierno como una niña y también rudo, àspero igual que un salvaje. Era raro-indefinible. . .
Y como todos los alupios, ponía dos huevos cada seis meses en las arenas húmedas de los ríos o las lagunas cercanas a donde vivian, para que empollaran y reventaran cuando ya no tenían memoria de ellos.
Su par de alas verdes las usaba de vez en cuando atravesando abismos y montañas a gran velocidad. Cuando era necesario se suspendía en el aire observando que pasaba abajo,  o para comerse los pétalos de las flores que eran su mejor alimento.
Se alimentaba también del jugo de frutas.

El sol estaba lanzando rayos fuertes de colores rojo y amarillo. Quería calentar el aire, la tierra, las aguas. Inventar un día magnífico, bueno para las aventuras. 
El joven Axo caminaba con ànimo y muchas ganas.
Tenía calor y estaba contento por la compañía que llevaba. Un alupio le daría mucha suerte. Eres también estaba contento de subir la montaña en compañía de aquel gigante bueno.




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