Un
día amaneciendo cuando la brisa empezaba a tibiarse y cuando los árboles
estiraban los brazos para desperezarse, la criatura se movió dentro de la
cáscara rompiéndola con un golpecito de su cabeza y permitiendo que la luz le
llegara a los ojos. Se asomó largo rato a los bordes de su huevo quedando
asombrado de tantas maravillas en la naturaleza, y levantándose de un saltico
corrió en el pasto y sobre las raíces húmedas mientras las nubes dejaban caer
un rocío que lo lavaba suave mojándole las alas que desplegaba iguales a las de
un colibrí.
Vio
como venían detrás de él miles de alupios llamándolo para que los esperara.
Querìan conocerlo.
Gritaban
y reían por la orilla de la laguna y las bajas mesetas siempre hùmedas.
Un
recién nacido siempre llamaba la atención y esta no era la excepción, de modo
que
después
de larga carrera y muchos vuelos y exclamaciones, lo alcanzaron junto a los
nidos de los pájaros violeta. Lo capturaron con una red azul sedosa y lo
llevaron a un bosque de árboles enanos donde le dieron un lugar entre las
raíces.
Era
andrógino como todos.
Sus
dos sexos le daban a la vez una apariencia suave y femenina, a la vez que una
gran fuerza muscular y un poder varonil le invadía el cuerpo. Podía hablar
delicado y tierno como una niña y también rudo, àspero igual que un salvaje. Era
raro-indefinible. . .
Y
como todos los alupios, ponía dos huevos cada seis meses en las arenas húmedas de
los ríos o las lagunas cercanas a donde vivian, para que empollaran y
reventaran cuando ya no tenían memoria de ellos.
Su
par de alas verdes las usaba de vez en cuando atravesando abismos y montañas a
gran velocidad. Cuando era necesario se suspendía en el aire observando que
pasaba abajo, o para comerse los pétalos
de las flores que eran su mejor alimento.
Se alimentaba
también del jugo de frutas.
El
sol estaba lanzando rayos fuertes de colores rojo y amarillo. Quería calentar
el aire, la tierra, las aguas. Inventar un día magnífico, bueno para las aventuras.
El joven
Axo caminaba con ànimo y muchas ganas.
Tenía
calor y estaba contento por la compañía que llevaba. Un alupio le daría mucha
suerte. Eres también estaba contento de subir la montaña en compañía de aquel
gigante bueno.
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