martes, 6 de octubre de 2015

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 10 (La historia de una criatura humana (?), de ocho centìmetros.



En la montaña  hay cosas escondidas que quiero descubrir”. “Usted es como raro”. “De pronto si. Papá me aseguraba que todas las cosas tienen misterios. Decía que es mas bello, verdadero y fuerte lo que no se ve. Por eso es que quiero conocer el enigma de la cumbre y la música de las nubes” dijo Axo mirando la mole. “Claro en eso tiene razón, contestó Eres. Lo invisible es lo que da la vida y lo que crea las cosas”.  
Siete leones rojos con espesa melena amarilla, cuernos de marfil parecidos a los cuernos de los ciervos, y ojos que botaban candela de color azul, aparecieron en el fondo de la llanura estirando sus cabezas, creciendo la mirada, con ganas de ver a Axo y al alupio que ponían magia y paz en ese ambiente.
Vieron un venado de color verde estirando indiscreto la cabeza por encima de las malezas, sin cuidarse del peligro, y sin dudar arrancaron a perseguirlo entre las ramas y los arbustos del llano. En cinco minutos el venado ya no resistía. Los músculos y los pulmones se le reventaban por el esfuerzo de semejante huida. Sin darse cuenta sintió el terrible manotazo de una de las fieras desgarrándole la piel y la carne. Cayó  rendido entre algunas piedras, con los ojos brotados y la respiración loca incapaz de defenderse. En cuatro segundos llegaron los otros leones imponentes y siniestros. Le destrozaron el estómago con las garras y los colmillos, peleándose entre rugidos sordos, los intestinos y la menudencia. Tiraban de su carne de todos lados en una fiesta de ansia y desenfreno. Devoraban insaciables y fieros como si nunca hubieran probado la carne de un venado
En pocos minutos solo quedaron los huesos frescos y blancos que las hormigas, los gusanos y otros bichos se apresuraron a chupar larga y deliciosamente participando de esa forma, en el inolvidable festín que se repetiría pronto en otros alrededores.
Entre semejante banquete, Axo había trepado a un árbol retorcido, no muy alto y de pocas hojas  Las ramas bajas le ayudaron en la subida porque con un corto impulso se acomodó en la primera horqueta mirando el festin.
Como vio que el alupio había volado desde el morral hasta una rama cercana  y que  caminaba entre las hojas chupando frutos, agarró también varios.  Se comió seis y guardó otros  en el morral.
Preparó la pistola y los dardos tranquilizantes por si acaso venìan los leones. En caso de necesidad, los dormiría con certeros disparos.
Como finalmente las fieras se fueron a retozar al otro lado de la meseta Axo bajó del árbol recostándose en el pasto, poniendo la cabeza en el tallo. Había caminado cuatro horas y estaba cansado. Por eso se quedó dormido pronto muy profundo.
El alupio voló desde las ramas hasta el muchacho, agitando las alas suave. Se acercó  suspendiéndose en el aire, viendo  que su amigo tenía los ojos cerrados. Bajó en un planeo silencioso quedàndose finalmente quieto junto a la cabeza del muchacho.






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