Ese día escalaron las paredes de interminables
peñas.
No se esforzó mucho Axo. Encontraba grietas y
cortas salientes, relieves caprichosos que le facilitaban el ascenso.
Se detuvo encima de una piedra inmensa, mirando
lejos con sus binóculos y descubriendo un mundo fascinante mas arriba. Vio un bosque cubierto de neblina donde
terminaban las rocas. Ese bosque le llamò la atención presintiendo cosas que no
lograba descifrar.
Siguió por el suelo peñascoso donde crecían
plantas de hojas anchas cubiertas de vellosidad y espinas duras, peligrosas, quizás
venenosas. En menos de una hora la camisa y el pantalón se le empaparon de
sudor. El esfuerzo era agotante pero estaba feliz en todo caso.
Tenía la mente despejada y el cuerpo liviano. “En
diez minutos llegaremos al túnel de los oluros. Son las criaturas mas miedosas
del mundo” dijo el alupio acercándose al oído de Axo para que lo escuchara con
claridad. “Los Oluros?” “Si. Son las criaturas mas miedosas del planeta. Desde
hace años viven en un túnel y les da miedo salir de ahì”. “Verdad?”. “Si. Pronto los conocerá”. “Y
usted es amigo de ellos?” “No. Pero los he visto seguido y conozco su conducta”.
Axo caminó encima de grandes charcos hundiéndose
en el barro casi hasta las rodillas. Por momentos se atascaba sin poder mover
las piernas pero Eres volaba, atrapando
bejucos que colgaban de los árboles, se los acercaba para que se agarrara de
ellos y saliera sin problemas.
Ciento sesenta metros adelante al lado derecho de
algunos árboles de caucho vio correr un arroyo de color violeta. Seguía bajo
las ramas perdiéndose entre curvas retorcidas y helechos melenudos. Formaba una
garganta de dos metros de ancho cubierta en los bordes por una alfombra de
pasto muy verde y tierno. Quedó asombrado por un iris acuático de multitud de
colores que lo atraía con fuerza magnetica. Era que en el fondo del arroyo se
formaban miles de figuras caprichosas y fascinantes en un juego de agua y de
cristales de colores inimaginados.
El muchacho se inclinó en la orilla totalmente
sorprendido, se quedó mirando como el agua cambiaba de colores mientras una
música líquida lo embrujaba atrayéndolo al fondo. Varias veces hundió la mano
sacando centenares de piedrecitas raras que guardaba ansioso en el morral. Lo
llenó completamente de modo que el peso que llevaría sería mucho pero eso no le
importaba porque sabía que esas piedras no las conseguiría en ninguna otra
parte.
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