miércoles, 18 de noviembre de 2015

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 15 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros.


El joven lo miró por encima del hombro y caminó decidido hasta la boca del túnel donde empezó a andar despacio acostumbrando los ojos a la oscuridad.
Entraba confiado en medio de la negrura. Medía los pasos adivinando sitios seguros para no caer en algún hueco y para no tropezarse . En cinco minutos se acostumbró a la penumbra.
Vieron entre grandes piedras  y sobre la arena, criaturas pàlidas, transparentes que retrocedían cogiéndose de la mano. Eran centenares y tenían mas o menos ochenta centímetros de altura. Los ojos les alumbraban semejantes a las candelillas que vuelan de noche en el campo. “Perdieron la costumbre de hablar y olvidaron su origen le susurró Eres a Axo en el oído. Hay que seguir despacio para no asustarlos. Están muy quietos, casi paralizados por los nervios que tienen frente a nosotros pero piensan que no los vemos”.
Se quedaron inmóviles buen rato terminando de acostumbrar los ojos a ese ambiente, después el joven se sentó en la arena. Se hacía el desentendido y con cada movimiento procuraba acercarse mas a los tìmidos oluros hasta que en veinte minutos logró verlos de cerca.
Entonces dijo al alupio en un murmullo. “Son húmedos y marchitos. No se les logra calcular la edad.  Se les ven los pulmones y el hígado. . .Por qué?” “Es que por la falta de sol en èsta caverna y en todo el túnel, se les pone la piel transparente. Asì se comporta su organismo. Además sus ojos no tienen pestañas y su cuerpo es torcido como los tallos de muchos árboles. 
“Si y tampoco tienen dientes” añadió Axo “pero la nariz es muy grande”.     
Eres no contestó. Saltó de pronto desde el hombro de su amigo cayendo a propòsito en el estómago de un Oluro que abrió la boca sorprendido. Movió con desespero los brazos pretendiendo espantar al alupio entre tímidos quejidos.
Eres jugueteaba sobre él corriéndole sin parar por los brazos, por las piernas y el estómago para sacarlo de su aletargamiento. Movió rápidamente las alas volando tres veces alrededor de su cabeza y también sobre los otros oluros que lo miraban maravillados y temblorosos, pero completamente mudos.
De repente Eres soltó una risotada impúdica mientras volaba. Y los oluros contagiados por las extrañas maniobras de aquel raro pájaro con figura de humano y su risa, rieron también hasta cansarse y revolcarse.

Fue asì que sudaron mucho, sintiendo dolor en los músculos, en el estòmago, en el pecho por el esfuerzo. La mente pareció despertàrseles y casi todos se pusieron de pie muy animados.




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