“Dejen la
bobada. Lo que hay que hacer es enfrentarse a las cosas, verán que son fáciles
cuando uno da el primer paso”.
“
No, no”, contestó un Oluro “no saldremos. Así como estamos, estamos bien” “ Yo
tenía miedo de subir a la montaña pero cuando empecé a caminar me di cuenta que
lo importante es empezar las cosas” dijo Axo. “Lo demás llega solo y uno va sientiendo
valor. Anímense. Puede intentarlo uno de ustedes, el que se sienta con mas
fuerza”.
Se quedaron callados. Cómo vivirían afuera qué
peligros encontrarían. Aquí tenían gusanos, arañas, ranas, ciempiés que eran su
alimento pero afuera se morirían de hambre, pensaban.
Sin embargo en un recodo del túnel un Oluro se
puso de pié y se vino caminando despacio hasta llegar donde el jovencito.
Levantó los ojos suplicantes, miedosos diciendo “ Yo voy
con ustedes, quiero saber cómo es el mundo allà afuera. Estoy cansado de comer
ratones y ranas. Ahora quiero comer de otras cosas. “Eso es, hay que ser
decidido. . .Camine pues no perdamos el tiempo. Hay que hacerlo antes de que
otra vez le llegue el miedo. Con uno de ustedes que salga de aquí quedaré muy
contento”.
Axo lo cogió de la mano y arrancó a caminar
entre los pantanos y las rocas. El Oluro lo seguía corriendo agitado y mirando
a todos lados.
. . . Eres se
acordó que cuatrocientos años atrás había estado aquí persiguiendo siete jaguares de Egipto que
habían huido del desierto y que se estaban comiendo la gente de estos lados.
Esos jaguares se
vinieron nadando en las aguas del mar desde el otro lado de la tierra donde los
mantenían enjaulados por su peligrosidad
Una mañana el
faraón Ramsés octavo abrió las jaulas donde los tenía encerrados y los dejó
huir para que destrozaran a los habitantes de Marruecos de los que era su
enemigo porque le habían robado una lámpara que nunca se apagaba.
El siniestro
plan del Faraón no se cumplió porque los jaguares sintiéndose atraídos por el
verde esmeralda del océano se lanzaron a el sin pensar en nada. Solo querían gozar
de ese encantador hechizo que nunca habían visto.
Nadaron
alrededor de tres meses hasta llegar a las costas Guajiras en el norte de
Amerindia donde descansaron toda una semana. después se metieron en las
montañas de la Sierra
Nevada quedándose allá entre la neblina y el silencio de las
piedras.
Después de mucho
buscarlos el alupio los encontró retozando una tarde, encima de unas terrazas
que los indígenas de una tribu arhuaca habían construido para sembrar semillas
y para que la montaña no se erosionara.
Se convirtió en
su amigo y en su amo después de volar encima de ellos mientras dormían, y de cantarles
canciones del mar esmeralda.
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