Se convirtió en
su amigo y en su amo después de volar encima de ellos mientras dormían, y de cantarles
canciones del mar esmeralda.
A Eres le atraía
el color de la piel de los jaguares y el fuego que tenían en los ojos pero como
supo que habían devorado muchos hombres les ordenó dormirse, cosa que los
jaguares cumplieron de inmediato por el extraño poder que sus palabras tenían
sobre ellos.
Viéndolos así de
exánimes los subió a su nave de caballos blancos asegurando la puertecilla del
carruaje para que no fueran a caerse. En esas condiciones voló con ellos hasta el polo sur donde los dejó abandonados
encima del hielo. Ellos todavía dormían y no se daban cuenta de nada de modo
que al despertar y ver semejante inmensidad de hielo en la que no encontraron
comida se tendieron en la nieve completamente impotentes hasta que en doce días
se murieron de hambre y de tristeza.
........................Se demoraron media hora caminando
entre la pegajosa oscuridad del túnel. Un olor a moho se desprendía de las peñas pegándose en la
piel de todos. Atrás quedaba el aire espeso y la quietud de mucho tiempo.
Cuando pasó la media hora
vieron adelante un resplandor blanco y tibio. Era la otra boca de la caverna.La
boca de salida.
Todos los Oluros se habían
venido en silencio cogidos de la mano con un temor reconcentrado y la
respiración ansiosa, sus pasos eran miedosos, vacilantes.
Al ver la iluminación
retrocedían horrorizados; lloraban plantados en un solo punto mirando la luz
que era a la vez una invitación y un desafío.
Se orinaron de miedo,
otros se descompusieron totalmente.
La boca se les secó y un
tarugo desconocido les bloqueó las gargantas. La mayoría empezó a devolverse
diciendo “ Volveremos a la casa, al túnel, allá estamos seguros nadie nos hará
daño y retrocedían agarrandose unos a otros.
El niño y el Alupio voltearon a mirarlos
siguiendo el camino acompañados de cuarenta y seis oluros que ahora querían
conocer la luz.
Por fin estuvieron afuera. “Vengan vengan, esta luz es linda gritó
un Oluro feliz de ver tantas maravillas. Llamaba a los que se habían devuelto explicándoles
las primeras cosas que veía. Vengan miran todo y seguro no se devolverán,
repetía.
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