miércoles, 13 de enero de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 21 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros.



“Si. Quieren todo fácil.”. “Da tristeza. Sin embargo quiero decirle que ésta mañana ví a un niño caminando entre la neblina y los árboles porque quiere llegar a la cumbre. Lo viene acompañando el Alupio Eres”.
“Ya sentí sus pasos en mi espalda y eso me devuelve la tranquilidad” dijo la mole respirando hondo con sus ojos lejanos. “Debe ser un niño interesante, pero tendrá dificultades”. “Claro, pero eso lo fortalecerá y le dará impulso para llegar a lo alto, además el Alupio le ayudará con sus consejos”. “Entonces solo queda esperar. Esta noche alumbraré con mas fuerza para que ese niño no esté a oscuras”.
Mientras la estrella y la montaña hablaban, un fuerte e inexplicable tornado llegó a ese sitio bramando, dando vueltas enloquecido, tronchando y destruyendo lo que encontraba. Arrancaba los árboles rabioso, elevándolos y confundiéndolos con las nubes, igual que la maleza , el pasto, la tierra. Partiò rocas centenarias con ruido de fin de los tiempos, y mandò las piedras mas grandes a los hondos valles con fuerza potente, demoledora.
El aire se llenó de tierra y polvo seco, se oscureció con millones de hojas y de troncos envejecidos. La maleza y la hierba agitándose arriba tapaban el paso de la luz, miles de animales también quedaron atrapados en la columna de aire soberbio que se desplazaba vertiginoso encima de las rocas y el escandalizado bosque en su increíble griterio.
Habían gacelas y armadillos temblorosos, volando al capricho de la ciega fuerza, daban vueltas y movimientos sin voluntad. Caballos blancos y caballos rojos con los ojos desorbitados y espuma en la boca se movían involuntarios y caóticos entre un miedo pavoroso. Relinchaban en paroxismo del fin. Los jaguares azules con las patas olvidadas  no pudieron devorar a los venados y a los antílopes con los que se estrellaban en el desconcierto. Las águilas, los cóndores y los pájaros se acordaron de sus alas y huyeron a sitios seguros guareciéndose detrás de otras rocas donde se quedaron acurrucados y callados temblando de pànico y terror.
Habían también en la columna de viento enloquecido, gusanos rojos, azules, otros de pelambre verde y cuarenta y seis patas, crisálidas pulsantes esperando abrirse, y mariposas de catorce alas y ojos nostálgicos agitadas en la tremenda barahúnda.
Aquella poderosa fuerza atravesó las rocas astillándolas, derrumbàndolas. En los valles destruyò la paz; subió por las espaldas de la montaña violando sus secretos. Franqueó mesetas, cruzó sobre el río desbordándolo, removiendo las grandes piedras, secándolo raramente, inundando regiones extensas que quedaron ahogadas bajo toneladas de agua. 
Arrebató a Axo y al alupio de la tierra, atrapándolos como a débiles hojas a una altura de sesenta metros tan caòticos. Allá se confundieron en ese mar flotante que gemía impotente al universo, chirriando en un lamento profundo con el viento, cerca de las nubes rojas que pasaban huidizas.




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