“Si. Quieren
todo fácil.”. “Da tristeza. Sin embargo quiero decirle que ésta mañana ví a un
niño caminando entre la neblina y los árboles porque quiere llegar a la cumbre.
Lo viene acompañando el Alupio Eres”.
“Ya sentí sus pasos
en mi espalda y eso me devuelve la tranquilidad” dijo la mole respirando hondo
con sus ojos lejanos. “Debe ser un niño interesante, pero tendrá dificultades”.
“Claro, pero eso lo fortalecerá y le dará impulso para llegar a lo alto, además
el Alupio le ayudará con sus consejos”. “Entonces solo queda esperar. Esta
noche alumbraré con mas fuerza para que ese niño no esté a oscuras”.
Mientras la estrella y la montaña hablaban, un fuerte
e inexplicable tornado llegó a ese sitio bramando, dando vueltas enloquecido,
tronchando y destruyendo lo que encontraba. Arrancaba los árboles rabioso, elevándolos
y confundiéndolos con las nubes, igual que la maleza , el pasto, la tierra. Partiò
rocas centenarias con ruido de fin de los tiempos, y mandò las piedras mas
grandes a los hondos valles con fuerza potente, demoledora.
El aire se llenó de tierra y polvo seco, se oscureció
con millones de hojas y de troncos envejecidos. La maleza y la hierba
agitándose arriba tapaban el paso de la luz, miles de animales también quedaron
atrapados en la columna de aire soberbio que se desplazaba vertiginoso encima
de las rocas y el escandalizado bosque en su increíble griterio.
Habían gacelas y armadillos temblorosos, volando
al capricho de la ciega fuerza, daban vueltas y movimientos sin voluntad.
Caballos blancos y caballos rojos con los ojos desorbitados y espuma en la boca
se movían involuntarios y caóticos entre un miedo pavoroso. Relinchaban en
paroxismo del fin. Los jaguares azules con las patas olvidadas no pudieron devorar a los venados y a los
antílopes con los que se estrellaban en el desconcierto. Las águilas, los cóndores
y los pájaros se acordaron de sus alas y huyeron a sitios seguros guareciéndose
detrás de otras rocas donde se quedaron acurrucados y callados temblando de pànico
y terror.
Habían también en la columna de viento enloquecido,
gusanos rojos, azules, otros de pelambre verde y cuarenta y seis patas, crisálidas
pulsantes esperando abrirse, y mariposas de catorce alas y ojos nostálgicos
agitadas en la tremenda barahúnda.
Aquella poderosa fuerza atravesó las rocas
astillándolas, derrumbàndolas. En los valles destruyò la paz; subió por las
espaldas de la montaña violando sus secretos. Franqueó mesetas, cruzó sobre el
río desbordándolo, removiendo las grandes piedras, secándolo raramente,
inundando regiones extensas que quedaron ahogadas bajo toneladas de agua.
Arrebató a Axo y al alupio de la tierra, atrapándolos como a débiles hojas a
una altura de sesenta metros tan caòticos. Allá se confundieron en ese mar
flotante que gemía impotente al universo, chirriando en un lamento profundo con
el viento, cerca de las nubes rojas que pasaban huidizas.
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