Como se encontró
con los leones de cuernos de marfil cerca a la montaña blanca, les contó su
historia y ellos asombrados por lo que le había pasado se ofrecieron a llevarla
donde quisiera.
Una mañana
cuando las estrellas todavía parpadeaban, se montó en uno de los leones y
agarrándose con fuerza de sus cuernos y melenas atravesó las sierras donde
vivían los gorilas de las cavernas. Cruzó también ríos turbulentos que llevaban hombres dormidos,
troncos formidables y animales sin patas, hasta que completamente exhausta
llegó a la orilla de una ciénaga donde se quedó tendida en la sombra de un
árbol corpulento que quiso protegerla.
Durmió siete
días seguidos cuidada por los leones de pelambre blanca y por los caballos de
cascos de bronce que todos los días rondaban por la ciénaga. Eran treinta
caballos hermosos, muy fogosos, y siete leones que nunca se apartaron de su
lado.
Al despertar,
sonrió después de notar tantas bellezas a su alrededor, y atraída por el brillo
del agua se sumergió en un salto largo y decidido sin decir ni una palabra.
Bajó hasta el
fondo donde escuchó murmullos de crustáceos y música de corales. Se dio cuenta
que el agua tenía ìntimos secretos y prometió quedarse allí porque los
cocodrilos de alas amarillas le dieron la palabra de custodiarla y defenderla
en todo momento.
En una ocasión
cuando el sol bajó a bañarse la vio dormida entre las piedras y mecida por el
agua, se acercó con gran cuidado observándola
mucho rato hasta que ella despertó deslumbrada por tanta luz que le llegaba a
los ojos.
Era muy bello
ese visitante, tenía un cuerpo fuerte y hermoso. Sus ojos eran pura luz y decía
cosas sorprendentes. Entonces se prometió ser su amiga y lo atendió con esmero.
Hablaron mucho rato, sin querer separarse, hasta que él se levantò prometiendo
volver.
De ese modo su
amistad se convirtió en un deseo incontenible de quererse y empezaron a
necesitarse como nunca habían sentido. El venía muy seguido y cuando faltaba,
ella se asomaba a la superficie de la ciénaga para verlo en lo alto. Sonreían y
se hacían señas.
Eres se quedó
callado.
Un murciélago
que había acabado de despertarse y volaba veloz entre los tallos, lo detuvo en
su relato. Cuando desapareció en medio de las ramas, miró nuevamente los ojos de
su amigo y acomodándose en la bota del pantalón del muchacho que estaba sentado
mirando las ondas del agua, siguió diciendo. “Esta princesa aprendió rápido el
lenguaje de los cocodrilos y los peces, las canciones de los corales y las
madreperlas. Ahora mantiene feliz”.
Cuando el sol está en el fondo, ilumina la ciénaga de modo increíble, es
entonces un .............
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