sábado, 6 de febrero de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 25 (La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros



Como se encontró con los leones de cuernos de marfil cerca a la montaña blanca, les contó su historia y ellos asombrados por lo que le había pasado se ofrecieron a llevarla donde quisiera.
Una mañana cuando las estrellas todavía parpadeaban, se montó en uno de los leones y agarrándose con fuerza de sus cuernos y melenas atravesó las sierras donde vivían los gorilas de las cavernas. Cruzó también ríos  turbulentos que llevaban hombres dormidos, troncos formidables y animales sin patas, hasta que completamente exhausta llegó a la orilla de una ciénaga donde se quedó tendida en la sombra de un árbol corpulento que quiso protegerla. 
Durmió siete días seguidos cuidada por los leones de pelambre blanca y por los caballos de cascos de bronce que todos los días rondaban por la ciénaga. Eran treinta caballos hermosos, muy fogosos, y siete leones que nunca se apartaron de su lado.
Al despertar, sonrió después de notar tantas bellezas a su alrededor, y atraída por el brillo del agua se sumergió en un salto largo y decidido sin decir ni una palabra.
Bajó hasta el fondo donde escuchó murmullos de crustáceos y música de corales. Se dio cuenta que el agua tenía ìntimos secretos y prometió quedarse allí porque los cocodrilos de alas amarillas le dieron la palabra de custodiarla y defenderla en todo momento.
En una ocasión cuando el sol bajó a bañarse la vio dormida entre las piedras y mecida por el agua, se acercó con  gran cuidado observándola mucho rato hasta que ella despertó deslumbrada por tanta luz que le llegaba a los ojos.
Era muy bello ese visitante, tenía un cuerpo fuerte y hermoso. Sus ojos eran pura luz y decía cosas sorprendentes. Entonces se prometió ser su amiga y lo atendió con esmero. Hablaron mucho rato, sin querer separarse, hasta que él se levantò prometiendo volver.
De ese modo su amistad se convirtió en un deseo incontenible de quererse y empezaron a necesitarse como nunca habían sentido. El venía muy seguido y cuando faltaba, ella se asomaba a la superficie de la ciénaga para verlo en lo alto. Sonreían y se hacían señas.

Eres se quedó callado.
Un murciélago que había acabado de despertarse y volaba veloz entre los tallos, lo detuvo en su relato. Cuando desapareció en medio de las ramas, miró nuevamente los ojos de su amigo y acomodándose en la bota del pantalón del muchacho que estaba sentado mirando las ondas del agua, siguió diciendo. “Esta princesa aprendió rápido el lenguaje de los cocodrilos y los peces, las canciones de los corales y las madreperlas. Ahora mantiene feliz”.
Cuando el sol está en el fondo,  ilumina la ciénaga de modo increíble, es entonces un .............






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