Corrió
desesperado por el espacio atropellando constelaciones y galaxias en un
desespero brutal. Muchas veces se puso pálido desvaneciéndose en vértigos y
cayendo en vacíos desconocidos pero se prometió resistir porque realmente el no era culpable.
El tiempo
terrenal haría que ella reflexionara
empezara a sufrir y cambiara.
Así fue.
Después de siete
meses no aguantó la ausencia.
Una mañana
todavía oscuro salió del agua para ir a buscarlo montada en la carroza de los
caracoles de marfil que presurosos vinieron a ayudarla. La cogieron de los
brazos sentándola en el pasto y la maquillaron para que no se le viera mucho la
palidez, el hundimiento de los ojos y la flacura de la cara que era notable.
Cuando llegó
arriba, donde el estaba alumbrando la tierra, lo persiguió incansable en la luz,
hasta que el se detuvo poniéndose muy serio.
Ese encuentro
fue apasionado, y nunca nadie se había atrevido a decirlo.
Ella se desmontò
de la carroza corriendo enloquecida encima de las nubes, agarrándose de las
ropas de el casi ararastràndose, diciéndole que la perdonara porque había sido
una insensata al no respetar sus facultades
del amor.
Entonces el la miró
a los ojos y sin decirle nada la-tomó-en-sus-brazos-besándola-en-la-boca-en-el-cuello-en-los-hombros-en-sus-pechos-en-su-estòmago-en-su-vagina-en-sus-piernas-que-desnudó-acesante
a la vez que le mordisqueaba los lóbulos tendiéndola encima de una cama de
nubes rojas y amarillas que había en el espacio, cerca de donde estaban. Le
hizo el amor con la furia del despecho y la dicha del reencuentro.
Las estrellas parpadeaban
nerviosas mirando esa escena tan tentadora que las ponía envidiosas a la vez
que las llenaba de lujuria.
Después del
encuentro estuvieron tres días conversando de las cosas que les habían pasado,
lo que habían sentido y pensado en sus soledades de agua y cosmos hasta que una
tarde ya anocheciendo volvieron a la
ciénaga que otra vez se llenó de luz. “El sol estuvo quince días aquí sin salir
del agua” contaba Eres. “Inventaron una luna de miel sorprendente y todo el
bosque llegó a las bodas. Fue un derroche de risas y alegría, de mucho vino y
danzas permanentes”.
“Esa fecha es
memorable ha quedado escrita en la historia de las piedras, de los árboles, del
viento y el agua” terminó diciendo Eres.
Axo sonrió
mirando los reflejos de la ciénaga y las ondas fabricadas por la brisa. Era
agradable conocer semejante aventura que la historia no se atrevía a escribir
quizás por miedo al sol.
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