Todo fue traído en la nave espacial que Poros
había comprado a los habitantes de una isla Africana hacía novecientos cuatro
años y que usaba en éstas ocasiones especiales.
Atravesó las nubes en un instante. Visitó cinco imperios
después de su visión de media noche comprando todo lo que necesitaba para
aquella fecha inolvidable.
Ahora Poros ya descansado del viaje miraba la
actividad del pueblo, dándose cuenta que no hacía falta nada.
El viento le movía la barba y el cabello largo
entrecano, el sol le quemaba la espalda que parecía un grueso tronco de roble,
se amarraba una piel de oso amarilla en la cintura que le llegaba hasta las
rodillas. Llevaba unas sandalias de suela rusa de la época de los zares, de los
que era gran amigo. En el cuello tenía tres collares de artesanías libanenses
que le sentaban muy bien, aparentando total autoridad. Una diadema de Cajamarca
con brillantes de zafiros le sostenía el pelo. Miraba sereno entre los árboles
y las grandes piedras para descubrir al caminante que en poco tiempo debía llegar.
Vio el verde profundo del bosque y pensó en el valor de alguna gente, capàz de
desafiarse a si misma. “Dónde vendrá, por qué se demorará tanto?”.
Los muchachos de la
roca se amontonaban mirando persistentes el bosque, montaña abajo. De pronto,
como si fuera uno solo, corrieron a la calle muy contentos, y en medio de
gestos y señales gritaron “Vienen
vienen. Ya llegaron a las piedras verdes de esmeralda y están descansando un
poco”.
Entonces el pueblo salió a la calle entre gritos,
abrazos y risas. Se hicieron a lado y
lado del camino cogidos de las manos inventando la calle del honor.
Cuando Axo y Eres llegaron a la meseta poblada, se
asustaron o mejor dicho se asustó Axo porque no sabìa que allì había un pueblo recibiéndolos
de aquel modo tan inesperado. Eres si sabía, pero no le había dicho nada a su
amigo para darle una buena sorpresa.
Axo estaba asombrado por tanta gente rodeándolo, tocándolo
y preguntándole cosas. Los miraba incrédulo. No sabìa el porquè de ese
recibimiento, y algo nervioso entró a
la calle atravesando el arco de flores de todos los colores. Eres iba en su
hombro muy contento porque conocía a éste pueblo pequeño y poderoso al que
hacía días quería visitar, para aprender mas cosas del universo. Le dijo a su
amigo en el oído “No se altere y sonría.
Este es el pueblo del Valle de las Lanzas fundado hace mucho tiempo por dos
exploradores poderosos. Un hombre de cabello largo y cola de león nacido en el
desierto del norte y una mujer amazona salida de las selvas del guainía donde
había vivido mucho tiempo.
Ella era la jefe de los
caimanes jorobados que nadaban en los ríos de Columbus en amerindia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario