miércoles, 16 de marzo de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 31 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros



 “No se altere y sonría. Este es el pueblo del Valle de las Lanzas fundado hace mucho tiempo por dos exploradores poderosos. Un hombre de cabello largo y cola de león nacido en el desierto del norte y una mujer amazona salida de las selvas del guainía donde había vivido mucho tiempo.
Ella era la jefe de los caimanes jorobados que nadaban en los ríos de Columbus en amerindia.
Querían llegar a la cumbre porque estaban atraídos por la blancura de la cima. Caminaron hasta aquí y no pudieron seguir porque el águila de doce alas los inmovilizò con sus  feroces ataques de pico, alas y garras.
Casi los destroza en sus intentos de pasar. Los dejó agonizantes varias veces. Era que esa águila tenía la orden de impedir el paso a la cumbre, a aquellos que no tuvieran en los ojos el reflejo de un  corazón limpio.
Entonces hombre y mujer se defendieron del águila, prendiendo una grande pira que mantenían con leña a todo momento y junto a la que vivieron  tres meses  sin apartarse de allì, hasta que el peligroso buitre cansado de esperar a que ellos se devolvieran a los valles, se retiró a la cumbre mas alta y rocosa donde tenía su nido y sus polluelos que había dejado solos ese tiempo. El buitre venía ahora todos los días a mirarlos para que no subieran a los elevados picos.
El hombre del desierto y la mujer salvaje intentaron tres veces escalar la montaña pero no pudieron porque el ave los atajaba con sus horribles ataques sangrientos, procurándoles la muerte. Comprendieron entonces que debían quedarse aquí, donde fundaron éste pueblo que ya tiene alrededor de mil ochocientos años……….Ya viejos, con el tiempo en la carne y en los huesos, murieron llenos de hijos y de nietos que vivìan ahora aquì.
En cambio Poros logró convencer al águila para que lo dejara subir a la cumbre. Para ello tuvo que trabajar mucho su corazón y su mente, conectándose con el universo y llenándose de poder. No era hijo de los exploradores. Había venido en una nave velòz como la luz, de resplandores intensos traídos de las estrellas y que cayó aquí un día desde las nubes del oriente.
Poros es el jefe del pueblo. Es ese hombre alto, ancho y mechudo que está en el fondo de la calle leyendo la càscara de un àrbol. Sabe comunicarse con los dioses del viento y de la montaña, que lo visitan seguido, y sé que anoche soñó con nosotros o si no, no nos hubieran estado esperado.

Esta gente quiere que seamos parte de su pueblo.




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