Poros es el jefe del
pueblo. Es ese hombre alto, ancho y mechudo que está en el fondo de la calle
leyendo la càscara de un àrbol. Sabe comunicarse con los dioses del viento y de
la montaña, que lo visitan seguido, y sé que anoche soñó con nosotros o si no,
no nos hubieran estado esperado.
Esta gente
quiere que seamos parte de su pueblo.
El alupio se
quedó callado porque una muchacha de diecisiete años vestida con piel de armiño
quiso atraparlo y llevárselo del hombro de Axo. Entonces la criatura afanada,
se agarró de los cabellos de su amigo y cuando la muchacha se fue riendo por su travesura, el alupio volvió a sentirse
seguro.
Siguió hablando
mientras caminaban entre la gente que no paraba de seguirlos.
“A pesar de que
me conocen hace tiempos, soy una curiosidad que les produce fascinaciòn y
quieren tenerme para jugar conmigo a toda hora”.
“Como le iba
contando, Poros y el pueblo, en èste momento, admiran sus ganas de ir a lo alto
de la montaña. Están felices porque saben como es usted de limpio por dentro. Saben que para cualquiera es difícil llegar a
la cumbre y que pocos quieren y pueden hacerlo. Por eso es bueno que hable con
ellos. . . Salude, sonría siempre.
Entonces Axo caminó
tranquilo entre la gente. Los habitantes se empujaban y lo miraban parándose en las puntas de los
pies, al llegar al fondo de la calle
junto al bosque, lo rodearon detenièndolo.
Querían saber de donde
le venía la fuerza que le veìan.
Le hicieron muchas
preguntas “Cómo supo lo de la música de
las nubes?” le preguntó una señora de cabello amarillo vestida con piel de
jaguar. “Alguien me lo dijo”
Contestò Axo. “Cómo se hizo amigo del alupio?”. “Eso
fue un día mientras yo dormía debajo de un árbol”.
“Se siente solo?”
interrogó un anciano flaco y colorado. “No. El alupio es mi amigo y no me deja
nunca. Además una fuerza rara pero dulce en el pecho, me acompaña siempre.
“Que hará cuando
oiga la música de las nubes?”. “Me
pondré contento y esperaré a ver que pasa”.
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