“Se siente solo?”
interrogó un anciano flaco y colorado. “No. El alupio es mi amigo y no me deja
nunca. Además una fuerza rara pero dulce en el pecho, me acompaña siempre.
“Que hará cuando
oiga la música de las nubes?”. “Me
pondré contento y esperaré a ver que pasa”. “Usted es muy atrevido al hacer lo
que hace” dijo una muchacha descalza, de cabello desordenado vestida con piel
de jirafa. “Yo no sé. Voy a la montaña porque me siento bien y porque una
fuerza desconocida me impulsa”. Y hubo mas preguntas que Axo no contestó porque
empezó a sonar la música, que los animò mas.
Un canto suave llenó el aire.
Poros vino con
aspecto regio y sencillo. Extendió los brazos en un saludo, y se quedó quieto a
tres metros. Miró atento al niño, y cuando estuvo cerca, le puso las manos en
los hombros diciéndole “Eres de los
pocos atrevidos que se animan a venir por
aquí. Hacía doscientos veinte años que nadie subía a la cumbre, y por eso hoy
es fiesta en mi pueblo.
Cogió al Alupio
del hombro del muchacho, y tocándole la cabeza con la punta del dedo índice le
dijo “Eres, amigo, me da gusto volver a
verte. Eres el acompañante que todo lo conoce y todo lo ve. Por ti pasarán
buenas cosas en muchas partes. Axo llegará a la cima de la montaña con tu ayuda
y cuando eso pase, quiero volver a encontrarme contigo para celebrarlo.
Se quedó con el en la mano, invitando a Axo a
sentarse en unas esteras de palma montañera que habían tendido en el pasto para
que la gente estuviera còmoda. Hablaban entre la algarabía, los gritos y las
canciones que subìan al aire metiéndose en las nubes.
Todos bailaron largo tiempo, canciones de la
montaña, del viento y de la lluvia que un artista de allì, había hecho para ese
dia. Una muchacha de cabello negro cogió a Axo de la mano llevándolo a bailar.
El joven, confundido, pensó que debía ser buen bailarín, igual que era
excelente caminante. Todos los rodearon. El muchacho se turbò al comienzo de la
danza pero recuperándose llevó el ritmo de los sonidos con gran elasticidad y mucha gracia. Lo aplaudían
gritando. Todas las muchachas bailaron con el
y no pocas señoras de gran belleza. El día tenía calor y luz.
Después sirvieron el almuerzo.
Habían
sesenta bandejas repletas de sinsontes murillunos servidos a la miel;
Treinta fuentes de pavos quindianos rellenos de salsa japonesa; un búfalo del
desierto de la Guajira
asado en varas, en un patio cercano a
donde estaban las esteras. En fuentes de vidrio rojo habían servido cuarenta y
dos liebres de las montañas del Líbano en guiso de gusanos blancos de Camboya.
Además habían sacado seis barriles de buen vino de la casa de Poros y habían
preparado también postres y doce variedades de dulces. Así querían tener al
joven Axo, y al alupio mas tiempo con ellos…….. y que no se fueran tan
rápido.
"Esto está muy rico".
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