sábado, 23 de abril de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 35 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros.



Una niña de siete años de cabello negro y piel rosada se inclinó traviesa cogiendo inesperadamente a la criaturita del suelo. Salió corriendo a gran velocidad con el en la mano gritando . “No me alcanzarán, éste alupito es mío solo mío”.
Los otros jovencitos corrieron detrás de ella en un enorme griterío para quitarle al alupio que también gritaba para que lo soltara, pero en menos de un momento ocurrió algo sorprendente. Eres desapareciò de la mano de la niña, vièndosele instantáneamente en el hombro de Axo que estaba a ciento veinte metros de distancia de ella. El joven lo recibió con una sonrisa cómplice, porque había comprendido todo, guardándolo rápidamente en el bolsillo de su pantalón para que no lo siguieran molestando.
Los niños a lo lejos decían a la jovencita. “Que lo hiciste?”. “No sè. Se desapareció de mi mano sin darme cuenta”. “Mentira, mentira. Lo has guardado rápido en alguna parte muy secreta”. “No, no lo he guardado. Se desapareció de mi mano en un instante sin que yo le hiciera nada”. “Entonces lo tiraste por ahì mientras corrías”. “No, no lo he tirado en ninguna parte”.
La miraban sorprendidos y preocupados tambièn. Finalmente, como no consiguieron que ella dijera algo verdadero, se fueron corriendo dejándola sola. En los cinco días siguientes no le hablaron ni una palabra, ni la miraron. Por todo eso, ella se sintió mal y se enfermò un poco.
Axo hablaba con un grupo de personas mayores en la casa de Poros. Uno de ellos le dijo. .“En este tiempo hay pocos jóvenes como usted…..Que se atrevan a lo bueno”. Se lo indicò un hombre de ciento noventa y cuatro años de pecho y brazos musculosos que llevaba un guayuco de piel de oso amarrado a la cintura. Su pelo era muy negro y largo los ojos vivos. “ Pienso que no”,  respondió el joven. “Debe haber otros muchachos como yo, que quieran subir a la cumbre de la montaña”. “Me gustaría ir con usted a lo alto” le dijo una joven de cabello suelto, piel morena y ojos como estrellas que se cubría con una piel de armiño dejando desnuda la espalda y sus piernas. “Usted verá, si quiere ir conmigo, su compañía será interesante y nos alegrarà el camino”. “Pero todavía no te dejo ir a partes lejanas”, dijo la mamá de la joven que estaba en un rincón de la sala y que miró afanada a su hija por lo que acababa de oír.
Poros tenía preparado algo. Se paró cogiendo de una bandeja de cristal, una manilla de oro con una perla del tamaño de un huevo de paloma incrustada en el centro. Era  la manilla de los alpinistas que subìan a lo alto de la montaña, y llamando a Axo lo cogió del brazo. Salió con el al frente de su casa para que el pueblo viera lo que iba a hacer y levantando la voz dijo. “Te has convertido en nuestro héroe, Axo. Hacía doscientos años esperábamos este momento para conocerte. Està escrito en el libro sagrado del pueblo, que cuando escuches la música de las nubes te convertirás en nuestro guía y en nuestro escudo. Serás el ejemplo que muchos seguiremos. Gracias por haber llegado y por tener el valor de arriesgarte a ir allá.
Le agarró la mano poniendo en su muñeca la manilla que el joven mirò. Brillaba con las 

No hay comentarios:

Publicar un comentario