Està escrito en el libro sagrado del pueblo, que cuando
escuches la música de las nubes te convertirás en nuestro guía y en nuestro
escudo. Serás el ejemplo que muchos seguiremos. Gracias por haber llegado y por
tener el valor de arriesgarte a ir allá.
Le agarró la mano poniendo en su muñeca la manilla
que el joven mirò asombrado. Brillaba con las luces de las antorchas. Además la
perla no tenía igual en el mundo. Era la perla de las playas Chocoanas que
Poros encontró en las arenas mojadas después de haber nadado sin descanso
noventa y siete kilómetros en las agitadas aguas del mar, huyendo de un fantasma que no lo dejaba en paz. Eso había
pasado hacía mas de doscientos años y la tenía preparada para entregársela al
que fuera capaz de subir a la cumbre.
Axo dijo “Gracias Poros y
pueblo del valle de las lanzas por éste brazalete que llevaré siempre. Esta joya
No me dejará olvidarlos porque quién puede olvidar un regalo asì?”
“Es el símbolo
de la fuerza y el poder” le dijo Poros poniéndole una mano en el hombro.
La gente estaba en silencio pero después de las
palabras, aplaudieron largamente.
Luego de hablar otras cosas sin importancia se
fueron al extremo de la calle donde la música era clara en el aire tranquilo y
en la tibia noche.
Bailaban, reían y tomaban vino. La noche pasaba
veloz y a las cuatro de la mañana casi todos se fueron a dormir.
.Axo también se fue a las cuatro porque Poros lo
invitó a su casa. Le señaló una alcoba pequeña donde dormiría sin problemas.
Una cama blanda lo esperaba. El alupio apareció de repente saltando encima de
las sábanas porque al fin tenía tranquilidad.
La casa de Poros era grande con largos pasillos y
columnas de madera que sostenían un techo delgado de granito y cemento. Puertas
de cristal guardaban habitaciones limpias. En las ventanas habían cortinas
gruesas de Anzoátegui, y algunos muebles artesanales de la Chamba daban un aspecto atractivo
a las habitaciones. Detrás de ellas vio Axo un patio de arena roja donde habían
sillas hechas con cuero de cocodrilo y estaba iluminado por globos de luz
blanca como la luz del día.
Axo se acostó vestido porque estaba cansado. Cerró
los ojos para que el sueño le llegara sintiendo que en su estómago caminaba el
alupio como un diminuto animalillo que le hacía cosquillas suavemente.
Las horas pasaron rápidas quizás por el cansancio.
El sol
dejaba los rayos blancos encima de las montañas, atravesaba el bosque y llegaba
al valle de las lanzas en una caminata despaciosa y tibia. La gente todavía
dormía.
A las tres de
la tarde se levantaron para ir a bañarse a la laguna del Mohan que estaba a
diez minutos.
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