jueves, 12 de mayo de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 37 (La historia de una criatura humana (?) de ocho centìmetros.



Las horas pasaron rápidas quizás por el cansancio.
 El sol dejaba los rayos blancos encima de las montañas, atravesaba el bosque y llegaba al valle de las lanzas en una caminata despaciosa y tibia. La gente todavía dormía.
A las tres de la tarde se levantaron para ir a bañarse a la laguna del Mohan que estaba a diez minutos del poblado.
Se fueron con dulces, cremas de frutas y toallas perfumadas. Los niños no se quedaron atrás porque también querían gozar del agua y de la tarde tan luminosa.
Poros vio a Axo caminando entre la gente y sonrió, pero el se quedaría en la casa llamando al dios de la montaña del que era muy amigo. Le diría que cuidara a su pueblo, al joven caminante y al alupio.
La laguna tenía un color amarillo luminoso que le llamó la atención al muchacho. Por eso le preguntó a una señora que iba cerca de el “Por qué brilla la laguna como si tuviera luz desde lo hondo?”. “Porque el fondo y las paredes son de oro y cuando el sol se mete hasta abajo, la vuelve luminosa como ahora. El agua es  cristalina y todo resplandece. La luz sube al espacio y se pega a las estrellas”.
Era larga como de ochocientos metros y muy ancha. Una baja montaña verde la protegía al occidente y al norte.  Grandes piedras tan altas como árboles, formaban un paisaje lunar algo sombrìo y dormido al sur. Al oriente habían  arbustos con huecos como anillos en el tallo y en las ramas por donde caían gotas blancas despaciosas que al confundirse con el pasto se convertían en piedritas de cristales de color violeta, de mas valor que los diamantes y que la gente de ahì tenía por montones en sus casas.  Cerca de la orilla habían muchos prados en el que la gente se sentaba o se acostaba a recibir el sol y el viento. Ahí dejaban las cosas mientras se bañaban.
La gente se quitó las pieles y los guayucos dejándolos en el pasto para correr desnudos y felices por las orillas y por encima de las piedras. Se metían en el agua gritando, chapoteando y llamando a los que todavía estaban afuera.

A Axo le gustó aquella despreocupaciòn y sin pensar, también se quedó en cueros diciéndole al alupio “Camine me acompaña mientras me baño”. “No porque me cogen de juguete”. “A bueno, entonces  espéreme aquí”.  El alupio no contestó, se tendió de espaldas encima de la ropa del muchacho diciendo finalmente “Yo me quedo aquí váyase tranquilo”.




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