miércoles, 18 de mayo de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 37 (La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros




A Axo le gustó aquella despreocupaciòn y sin pensar, también se quedó en cueros diciéndole al alupio “Camine me acompaña mientras me baño”. “No porque me cogen de juguete”. “A bueno, entonces  espéreme aquí”.  El alupio no contestó, se tendió de espaldas encima de la ropa del muchacho diciendo finalmente “Yo me quedo aquí váyase tranquilo”.
El joven corrió metiéndose en el agua de un salto largo. Las muchachas lo rodearon jalándolo de los brazos y cogiéndolo de la cintura mientras se reían y jugaban con el agua que tiraban al joven. Axo las miraba inquieto y sorprendido.
Hora y media después de estar en el agua lo llamaron para darle una bebida caliente que las señoras prepararon en las piedras del paisaje lunar. Era chocolate, “La bebida de los dioses” decían. Lo  cultivaban al otro lado del pueblo en un espacio donde habían tumbado muchos árboles. También le dieron torta de ahuyamas y se chupò los dedos. Al terminar no quiso quedarse mas en el agua, buscó la ropa donde estaba el alupio y mientras se vestía le dijo “ Todas las cosas de aquí me gustan mucho y quisiera quedarme”. “Y entonces el viaje donde lo deja?”  “Eso es lo mas importante claro, lo que pasa es que uno dice cosas por molestar”. “Si”.
Ya listo cogió al alupio y poniéndolo encima de su hombro caminó entre la gente hasta el pueblo.
La noche llegó otra vez. Tenìa una cobija fria de neblina, y rocio helante.
“Que tal el baño?” Le preguntó Poros en el corredor. “Muy rico y la laguna me gustó mucho. Brilla como el oro en el sol” “Es que está entre una mina de oro” dijo Poros, “Algunos aventureros que vienen de otros países, han querido secarla para llevarse el oro pero se mueren misteriosamente en el intento porque esa laguna pertenece a Mohán, dios de las minas y las cuevas. El sabe proteger lo que tiene. Muchas veces trae mujeres indias que lo persiguen enloquecidas para que les haga el amor en lo hondo del agua. Se las roba de las tribus  y a ellas les gusta que haga eso. Baja con ellas al fondo donde las ama con gran fuerza y ternura. Se demora mucho rato  descargando su potencia, luego sale aliviado a la orilla, y después de despedir a su amante, fabrica gruesos cigarros con hojas de tabaco y sentándose en las piedras lunares, fuma sin parar, mientras mira las nubes y los árboles, y sonríe con picardía.
Después desaparece sin dejar rastro.

Muchos aseguran que viaja en las nubes amarillas cuando quiere visitar el imperio de los cedros y los robles cerca a las montañas transparentes del centro de Columbus.  




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