A Axo le gustó aquella despreocupaciòn y sin
pensar, también se quedó en cueros diciéndole al alupio “Camine me acompaña
mientras me baño”. “No porque me cogen de juguete”. “A bueno, entonces espéreme aquí”. El alupio no contestó, se tendió de espaldas
encima de la ropa del muchacho diciendo finalmente “Yo me quedo aquí váyase
tranquilo”.
El joven corrió metiéndose en el agua de un salto
largo. Las muchachas lo rodearon jalándolo de los brazos y cogiéndolo de la
cintura mientras se reían y jugaban con el agua que tiraban al joven. Axo las
miraba inquieto y sorprendido.
Hora y media después de estar en el agua lo
llamaron para darle una bebida caliente que las señoras prepararon en las
piedras del paisaje lunar. Era chocolate, “La bebida de los dioses” decían.
Lo cultivaban al otro lado del pueblo en
un espacio donde habían tumbado muchos árboles. También le dieron torta de ahuyamas
y se chupò los dedos. Al terminar no quiso quedarse mas en el agua, buscó la
ropa donde estaba el alupio y mientras se vestía le dijo “ Todas las cosas de
aquí me gustan mucho y quisiera quedarme”. “Y entonces el viaje donde lo deja?”
“Eso es lo mas importante claro, lo que
pasa es que uno dice cosas por molestar”. “Si”.
Ya listo cogió al alupio y poniéndolo encima de su
hombro caminó entre la gente hasta el pueblo.
La noche llegó otra vez. Tenìa una cobija fria de
neblina, y rocio helante.
“Que tal el baño?” Le preguntó Poros en el
corredor. “Muy rico y la laguna me gustó mucho. Brilla como el oro en el sol” “Es
que está entre una mina de oro” dijo Poros, “Algunos aventureros que vienen de
otros países, han querido secarla para llevarse el oro pero se mueren
misteriosamente en el intento porque esa laguna pertenece a Mohán, dios de las
minas y las cuevas. El sabe proteger lo que tiene. Muchas veces trae mujeres
indias que lo persiguen enloquecidas para que les haga el amor en lo hondo del
agua. Se las roba de las tribus y a
ellas les gusta que haga eso. Baja con ellas al fondo donde las ama con gran
fuerza y ternura. Se demora mucho rato
descargando su potencia, luego sale aliviado a la orilla, y después de
despedir a su amante, fabrica gruesos cigarros con hojas de tabaco y sentándose
en las piedras lunares, fuma sin parar, mientras mira las nubes y los árboles,
y sonríe con picardía.
Después desaparece sin dejar rastro.
Muchos aseguran que viaja en las nubes amarillas
cuando quiere visitar el imperio de los cedros y los robles cerca a las montañas
transparentes del centro de Columbus.
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