martes, 28 de junio de 2016



“No te escaparás, tienes que quedarte acá para que aprendas el mal y sus delicias” gritaba un viejo con espuma en la boca a causa de su asfixia.
“Ustedes me dan lástima” gritó axo agitado.  
A los viejos se les notaba un oscuro desespero, un afán inconcebible por apoderarse de aquel joven al que veían fuerte y decidido.
No fue muy larga la persecución porque a los cincuenta metros, muchos viejos cayeron desvanecidos por la debilidad y el resto se sentó asfixiado con la lengua afuera y los ojos marchitos. Parecía que se estuvieran muriendo.
El alupio brincó al suelo desde el hombro del muchacho perdiéndose en la  maleza. Axo no se dio cuenta de eso porque estaba concentrado en defenderse de aquellos hombres que no dejaban de rodearlo. “Cobardes ustedes perdieron la vida y por eso son así de peligrosos. Vengan, vengan los espero.
Desafiados así, a los viejos les llegó una soberbia bestial, los ojos se les pusieron mas rojos y salientes, un fuego miedoso  salía de ellos y sacando fuerzas, se pusieron de pie cercando al muchacho con los puños en alto, con palos, machetes y pedazos de azadones centenarios.
El miedo fue pavoroso.
Axo vio que no tenía por donde escapar, buscó al alupio en su hombro para que lo ayudara pero no lo encontró. Entonces se quedó quieto porque la tierra empezó a temblar,  bramando de modo extraño. El bosque se estremeció en convulsiones desconocidas; centenares de árboles cayeron y enormes grietas se abrieron en la tierra, tragándose lo que había en la superficie.
Los viejos cayeron en una de esas grietas entre gritos de terror. Un humo espeso salió de las entrañas  de la tierra oscureciendo el aire y envolviendo el bosque.  Olores minerales, gases desconocidos y humo azufrado se extendieron en el aire frío envolviendo los tallos, las malezas, la hierba, las hojas, los bejucos y las grandes piedras.
Axo también cayó en la grieta perdido entre los viejos que berreaban ahogándose con los gases.
Después de eso y como a los diez minutos todo quedó en silencio. Parecía que la vida hubiera huido de allí. Los animales se ocultaban guareciéndose en los rincones mas alejados. Ningún viejo quedó vivo y la noche llegó con sueño.
A las dos horas después del temblor, el alupio apareció en el borde de la grieta caminando sobre las hojas como una hormiga gigantesca. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario