miércoles, 13 de julio de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 46 (La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros.




Cogía al alupio y lo miraba, lo veía fascinante con toques misteriosos; le notó un halo prodigioso. De ningún modo podía perderlo en el resto de su vida, pensaba.
Escalaron tres días por las desafiantes paredes.
Axo buscó gruesos bejucos que cortó con piedras filosas, encima de otras piedras grandes. Se ayudaría en el escalamiento, con palos, troncos, rocas y otras cosas que pudieran servirle.
En el primer día las paredes le facilitaron el ascenso porque habían formaciones pètreas que le dejaban ganar altura sin mucho esfuerzo. Usaba las manos cogiéndose de las piedras y los picachos. Escalaba con tenacidad hasta que la tarde se transformaba en noche.
En semejante altura buscó con afán un lugar para dormir, encontrándolo no muy lejos en una especie de piso circular de cuatro metros. Imaginó el camino con la mirada para llegar hasta allá dándose cuenta que no era fácil. Entonces usó los bejucos que aseguró en lo alto. Usò la inteligencia, la fuerza y la agilidad en la soberbia pared para dominarla.
Sus dedos se agarraban de los ángulos y las pequeñas irregularidades lo mismo que los pies. De vez en cuando parecía que iba a caer pero respiraba profundo elevándose o desplazándose al lado derecho donde había ubicado el sitio para pasar la noche. Se demoró hora y media en llegar allá, subiendo y descendiendo pegado a la pared.
Al poner los pies en la plataforma buscada, descubrió el nido de un buitre fabricado con ramas gruesas, palos y gran cantidad de plumas de color café negruzco. Ese nido le impediría quedarse ahí porque el ave llegaría quizás pronto y lo atacaría para destrozarlo.
Vio que no habían polluelos pero anochecía con gran rapidez y no había otro lugar en semejante altura. Entonces se sentó a un lado del nido y cogiendo a su amiguito le preguntó. “Será que podemos dormir aquí?”. “Creo que si”, contestò el alupio. “Por qué sabe eso?”. “Porque el nido está abandonado. Las aves se han ido a otros lugares mas tranquilos y cómodos”.
Axo miró entonces contento a la criatura. Si Eres no lo hubiera acompañado en su viaje a la cumbre, el no tendría posibilidades de llegar a donde quería.
Lo tomó con cuidado en la mano derecha y metiéndose en el nido se acomodó bien para dormir largas horas en los escarpados riscos.






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