Cogía al alupio y lo miraba, lo veía fascinante
con toques misteriosos; le notó un halo prodigioso. De ningún modo podía
perderlo en el resto de su vida, pensaba.
Escalaron tres días por las desafiantes paredes.
Axo buscó gruesos bejucos que cortó con piedras
filosas, encima de otras piedras grandes. Se ayudaría en el escalamiento, con
palos, troncos, rocas y otras cosas que pudieran servirle.
En el primer día las paredes le facilitaron el
ascenso porque habían formaciones pètreas que le dejaban ganar altura sin mucho
esfuerzo. Usaba las manos cogiéndose de las piedras y los picachos. Escalaba
con tenacidad hasta que la tarde se transformaba en noche.
En semejante altura buscó con afán un lugar para
dormir, encontrándolo no muy lejos en una especie de piso circular de cuatro
metros. Imaginó el camino con la mirada para llegar hasta allá dándose cuenta
que no era fácil. Entonces usó los bejucos que aseguró en lo alto. Usò la inteligencia, la fuerza y la agilidad en la soberbia pared para dominarla.
Sus dedos se agarraban de los ángulos y las pequeñas
irregularidades lo mismo que los pies. De vez en cuando parecía que iba a caer
pero respiraba profundo elevándose o desplazándose al lado derecho donde había
ubicado el sitio para pasar la noche. Se demoró hora y media en llegar allá,
subiendo y descendiendo pegado a la pared.
Al poner los pies en la plataforma buscada,
descubrió el nido de un buitre fabricado con ramas gruesas, palos y gran
cantidad de plumas de color café negruzco. Ese nido le impediría quedarse ahí
porque el ave llegaría quizás pronto y lo atacaría para destrozarlo.
Vio que no habían polluelos pero anochecía con
gran rapidez y no había otro lugar en semejante altura.
Entonces se sentó a un lado del nido y cogiendo a su amiguito le preguntó. “Será
que podemos dormir aquí?”. “Creo que si”, contestò el alupio. “Por qué sabe eso?”.
“Porque el nido está abandonado. Las aves se han ido a otros lugares mas
tranquilos y cómodos”.
Axo miró entonces contento a la criatura. Si Eres
no lo hubiera acompañado en su viaje a la cumbre, el no tendría posibilidades
de llegar a donde quería.
Lo tomó con cuidado en la mano derecha y metiéndose
en el nido se acomodó bien para dormir largas horas en los escarpados riscos.
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