El alupio sonrió diciendo. “Algún día usted también podrá hacer éstas
cosas. Es algo natural. Son facultades que los hombres tienen pero que están
dormidas a causa de la ignorancia, del miedo y de la duda”.
Axo lo oprimió suave y volvió a besarlo quedándose
tendido en la blanca y escarchosa arena.
Por la tarde el muchacho se quejaba de un raro
malestar que no podía explicar, y sus gemidos hacían sentir mal al alupio que
caminó por el cuerpo del amigo, tendido en el suelo, examinándolo con mucho
juicio. No encontró ningún mal hasta que llegó a la columna donde notó que
tenía una vértebra desencajada en la región lumbar quizás por algún estrujón en
la caída en medio del vacío . Lo tocó en ese sitio y al instante Axo cambió de
ánimo levantándose sonriente y agradecido con esa criatura que hacía semejantes
cosas. Que tal. . .
A la mañana siguiente algo anormal pasó. El alupio
cayó enfermo.
Temblaba de fiebre y frío y tenía dolor de cabeza……….
Fue que le apareció el mal de la fuga que hacía tiempos no sentía y que lo ponìa
en estados desconocidos para los mortales. En esas condiciones no podía
aguantar ni el sol y su luz, ni el viento y su fuerza, ni la bulla del bosque, ningún
rumor……. y casi no podía respirar, parecía que estuviera agonizando.
Axo buscó entonces protección debajo de unas rocas
negras que los abrigaban del viento, de la lluvia y de la noche espesa. Una
especie de hueco entre ellas, les sirvió para estar cubiertos, medio protegidos.
“Me muero Axo” dijo el alupio muy dèbil. . . “Ayúdeme. No
resisto éste malestar”.
Axo sintió angustia porque no tenía conocimientos
para ayudarlo. Lo cogió sintiendo que la criatura temblaba como una ardillita. De
repente Eres desapareció pasmosamente de su mano, desvaneciéndose igual que el
agua que se evapora. Era el mal de la fuga lo que tenía. Fenómeno que sufría al
respirar presionando los huesos junto al sacro, y al pensar de modo equivocado
en los àtomos del aire.
Axo miró
los rincones de por allì, la hierba doblada, los huecos por donde entraba la
luz, pero no lo vio por ningún lado, lo llamó a gritos sin oír ninguna respuesta.
Cuando pasaron seis minutos, la criatura apareció
de nuevo en su mano y el joven se confundió mas.
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