miércoles, 10 de agosto de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 49 (la historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros)



Axo miró los rincones de por allì, la hierba doblada, los huecos por donde entraba la luz, pero no lo vio por ningún lado, lo llamó a gritos sin oír  ninguna respuesta.
Cuando pasaron seis minutos, la criatura apareció de nuevo en su mano y el joven se confundió mas. Lo apretó mucho esperando evitar otra desaparición y le preguntó.
“Qué le pasó mi noble amigo, porqué se evaporó de ese modo?”  “ lo que pasa es que sufro una especie de enfermedad incomprensible, un extraño estado dimensional que a veces me llega haciéndome sufrir mucho. No siento dolor pero en cambio un  insólito vacío me absorbe y me posee llevándome a lugares que no conozco. Voy a sitios donde no comprendo nada y donde no tengo control de lo que soy”.
No había terminado de hablar cuando volvió a esfumarse. Como Axo ya había comprendido el fenómeno, se propuso mantener  buen ánimo hasta que la criatura apareciera otra vez.
En seis ocasiones le pasò igual.
Finalmente el alupio se quedó tendido en la hierba, muerto de debilidad. Tenía las facciones cadavéricas y una palidez intensa lo ponía irreconocible. Su color era el color de un sirio, de  una vela blanca Estaba  de verdad muy transparente.
El joven levantó al alupio con gran cuidado, lo echó en el bolsillo de su pantalón y se fue montaña arriba muy preocupado. La criatura durmió dos días quejándose sin interrupción. No se levantaba, tenía pesadillas con los fantasmas de los alupios muertos hacìa tiempos, y los labios le temblaban sin parar. Un sudor frío lo bañaba penetrándole la carne y poniéndolo moribundo.
Finalmente al otro día pero ya por la tarde, abrió los ojos animado. “Donde estoy?”  “ Aquí conmigo. No se esfuerce que puede hacerle mal” le respondió Axo .
 Miró al joven sonriendo. Ya estaba recuperado. Axo se propuso descansar esa noche muy tibio y tranquilo, abrigado por una gruesa y peluda piel de toro azul que encontró abandonada encima de la escarcha entre algunas rocas.

Durmió junto a unas piedras grises que los protegieron del viento, del rocío y la neblina que cada vez era mas espesa  y congelante.




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