Se hundió fugaz en la espuma para volver a
asomarse en el aire roto por el agua, mientras se acercaba a la orilla donde
estaban Axo y el alupio, a los que ya había visto con mirada ràpida.
Hacía mucho tiempo que había huido del mar y de sus primas las ballenas que eran
muy habladoras, para trepar por los ríos porque le había gustado el agua dulce,
tan liviana y tan limpia.
El romaño se fue a vivir en un río cualquiera muy
lejos del mar, donde las ballenas no volverìan a saber nada de él……….. Ellas lo persiguieron enloquecidas y
extraviadas porque romaño tenía una alta inteligencia, superior a todos los
peces del mar y porque no querían quedarse solas sin alguien que les explicara
los raros fenómenos que pasaban en el agua………. Pero no lo encontraron.
El romaño conoció a los niños terrenales alguna
vez que los vio jugar en la playa, a la orilla del mar. Le llamaron la atención
por su ingenuidad y comprendió que podía jugar
con ellos sin problemas.
Al ver a Axo en la orilla del río recordó a los
niños. Comprendió que quería pasar a la otra orilla y quiso ayudarlo. Por eso se
metió en la oscuridad del líquido, y nadando con toda su fuerza llegó a la
ribera donde el jovencito estaba.
De una vez le dijo. “Se que quiere pasar al
otro lado del rio, y he venido a ayudarlo”. “Ayudarme?”, respondió Axo
sorprendido al ver a éste pez que no conocía. “Me he dado cuenta que necesita llegar a la
otra orilla y quiero colaborarle para que pase sin problemas” dijo el romaño algo
cohibido por la sorpresa que viò en el
joven. “Pero usted quién es?”. Axo no le quitaba la
vista a éste enorme animal que se mantenía en la superficie soportando la
violencia de la corriente, los golpes de los troncos, de las ramas y de algunas
piedras que iban al fondo. “ Soy un
romaño, primo de las ballenas del mar. Vivo en éste río desde hace ochenta y
cuatro años porque me gusta el agua dulce. Acepte mi ayuda porque sin ella no
podrá llegar al otro lado”. “ Y como nos
pasará?”. “ Se monta en mi espalda se
agarra fuerte de la aleta que hay ahí, apretando muy duro las piernas en mis
costillas. Así resistirá los movimientos
que yo haga y el empuje de la corriente, que es peligrosa. “Y porqué tanta amabilidad?” Axo miraba con
sospecha al romaño. “ Porque soy amigo
de los niños y me gusta ayudarlos cuando
tienen problemas. Así me siento bien
conmigo mismo”. “Ajá buena cosa”. “ Si. Uno tiene que ayudar a la gente cuando
necesita”.
Axo lo miró otra vez y se
dijo que quizás era verdad. Iba a creerle porque necesitaba llegar al otro lado
con urgencia.
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