“Y porqué tanta amabilidad?” Axo miraba con
sospecha al romaño. “ Porque soy amigo
de los niños y me gusta ayudarlos cuando
tienen problemas. Así me siento bien
conmigo mismo”. “Ajá buena cosa”. “ Si. Uno tiene que ayudar a la gente cuando
necesita”.
Axo lo miró otra vez y se
dijo que quizás era verdad. Iba a creerle porque necesitaba llegar al otro lado
con urgencia.
El romaño se acercó al
barranco moviendo la cola con vigor. Dijo
“Suba a mi espalda sin miedo. No mire el agua y agárrese fuerte de la aleta”. “Ya
voy, espere me acomodo”.
Axo
se inclinó desde el borde del barranco pero no lograba tocar al romaño, entonces
le dijo gritando. “Acérquese mas porque
no lo alcanzo, y de pronto me voy al agua”.
Entonces
el pez se impulsó otra vez poniendo la mitad delantera de su cuerpo en la
tierra, facilitándole de ese modo la subida al muchacho. Axo lo aprovechó y
encaramándose como si saltara a las costillas de un caballo, se agarró con
fuerza de la aleta y apretando las piernas gritó nervioso “Ya estoy listo,
ahora si puede nadar”.
. El animal volteó el cuerpo en dirección al
río y lanzándose suave para que el muchacho se acomodara. Navegó en la embarrada superficie venciendo la
turbulencia; Axo sintió un miedo aterrador pero se propuso resistir el bravo empuje
del rio. En menos de dos minutos estuvieron al otro lado completamente lavados
pero contentos en medio de ese susto tan brutal. Estaba
asfixiado por la tensión y el temblor que le había quedado. “Uno aprende a manejarl os elementos, viviendo
aquí, y a volverse fuerte” dijo el Romaño estirándose en la tierra. “Usted tiene mucha
fortaleza” le dijo Axo mientras se
desmontaba , contento en la otra orilla. ” El romaño le guiñò un ojo al alupio , que se
había salido del bolsillo de la camisa del muchacho subiéndose en el hombro derecho en un vuelo circular que
hizo encima del romaño. Se estaba secando las gotas de agua pegadas en el verde
bigote.
Raramente el romaño se fue sin despedirse. No le
gustaban los agradecimientos y por eso prefirió escaparse antes de que
empezaran con meloserías que tanto le enfadaban.
Axo ya tranquilo sabiendo que podía seguir su
viaje a la cumbre de la montaña, dio algunos pasos en una extraña tierra
algodonosa en éste lado desconocido del río. La tierra aquí era de color kazuí
lo que hacía que los viajeros se encontraran con muchas sorpresas. Era un campo
real-irreal del que nadie había hablado jamás, ni siquiera el alupio, con todo
lo que sabìa. Pisar la tierra allí era como andar en las nubes, los pies caían
en el vacío y nunca se terminaba de caer. “Eres explíqueme
esto” dijo Axo asustado. Siento que estoy aquí pero a la vez siento que tampoco
estoy. Qué es lo que pasa?
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