lunes, 12 de septiembre de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 53 (La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros.



 “Y porqué tanta amabilidad?” Axo miraba con sospecha al romaño.  “ Porque soy amigo de los niños  y me gusta ayudarlos cuando tienen problemas.  Así me siento bien conmigo mismo”.   “Ajá buena cosa”.  “ Si. Uno tiene que ayudar a la gente cuando necesita”.
Axo lo miró otra vez y se dijo que quizás era verdad. Iba a creerle porque necesitaba llegar al otro lado con urgencia.
El romaño se acercó al barranco moviendo la cola con vigor.  Dijo “Suba a mi espalda sin miedo. No mire el agua y agárrese fuerte de la aleta”. “Ya voy, espere me acomodo”.
Axo se inclinó desde el borde del barranco pero no lograba tocar al romaño, entonces le dijo gritando.  “Acérquese mas porque no lo alcanzo, y de pronto me voy al agua”.
Entonces el pez se impulsó otra vez poniendo la mitad delantera de su cuerpo en la tierra, facilitándole de ese modo la subida al muchacho. Axo lo aprovechó y encaramándose como si saltara a las costillas de un caballo, se agarró con fuerza de la aleta y apretando las piernas gritó nervioso “Ya estoy listo, ahora si puede nadar”.
.  El animal volteó el cuerpo en dirección al río y lanzándose suave para que el muchacho se acomodara.  Navegó en la embarrada superficie venciendo la turbulencia; Axo sintió un miedo aterrador pero se propuso resistir el bravo empuje del rio. En menos de dos minutos estuvieron al otro lado completamente lavados pero contentos en medio de ese susto tan brutal. Estaba
asfixiado por la tensión y el temblor que le había quedado.  “Uno aprende a manejarl os elementos, viviendo aquí, y a volverse fuerte” dijo el Romaño estirándose en la tierra. “Usted tiene mucha fortaleza”  le dijo Axo mientras se desmontaba , contento en la otra orilla. ” El  romaño le guiñò un ojo al alupio , que se había salido del bolsillo de la camisa del muchacho subiéndose  en el hombro derecho en un vuelo circular que hizo encima del romaño. Se estaba secando las gotas de agua pegadas en el verde bigote.
Raramente el romaño se fue sin despedirse. No le gustaban los agradecimientos y por eso prefirió escaparse antes de que empezaran con meloserías que tanto le enfadaban.
Axo ya tranquilo sabiendo que podía seguir su viaje a la cumbre de la montaña, dio algunos pasos en una extraña tierra algodonosa en éste lado desconocido del río. La tierra aquí era de color kazuí lo que hacía que los viajeros se encontraran con muchas sorpresas. Era un campo real-irreal del que nadie había hablado jamás, ni siquiera el alupio, con todo lo que sabìa. Pisar la tierra allí era como andar en las nubes, los pies caían en el vacío y nunca se terminaba de caer. “Eres explíqueme esto” dijo Axo asustado. Siento que estoy aquí pero a la vez siento que tampoco estoy. Qué es lo que pasa?







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