Repuestos de semejante situación y otra vez en el
mundo real. . . (?) caminaron un largo
trayecto entre plantas bajas, pesadas por tantas flores que tenìan.
Pasaron dos días andando entre la neblina que se
les pegaba en la ropa y en la piel, deteniéndolos. Difícilmente veían a dos
metros, lo único que podían ver era el color amarilloso de la greda sobre la
que caminaban…… Las pestañas, el cabello, las ropas estaban llenos de escarcha;
al respirar, un vaho blanco les salía de la boca y de las narices quedàndose
suspendido frente a ellos, tomando un color verde sòlido que caía en el pasto
en forma de rocío para convertirse luego en un charco pequeño y brillante.
El esfuerzo que hacían para escalar era mayor aquí
por la altura. Por las noches se sentían entumecidos y como cristalizados. Los
huesos les dolían, y por eso les era imposible dormir. Se volteaban de espaldas
luego al lado derecho, al izquierdo……. volvían a sentarse bostezando y
restregándose los ojos, para echarse y cubrirse de nuevo sobre la piel y amanecer
sin dormir………. Entonces para arreglar eso, el alupio usò sus encantamientos y
fabricó una bóveda de alestias, material desconocido por los mortales y que
hacía aparecer como hojas de papel en sus manos, saliendo de la nada….. En esa
bóveda se metía Axo para pasar la noche protegiéndose asì del frío y de la
lluvia.
Después de andar varios días entre la penumbra, vieron
algunas extensiones cubiertas de nieve, y cayeron en cuenta que el fin de su
viaje no estaba lejos.
Sentían el frío y el fulgor del hielo como agujas
chuzàndoles la piel.
Esa montaña era un espejo gigante. El pico
brillaba transparente muy arriba del imperio de los cedros que hacía mucho
habían pasado. Lejos se oía el viento meterse en los riscos, en las rocas solas
y heladas. El sol tenía una bufanda de nubes grises, la cara se le notaba
congestionada por el frío. Caminaba asomándose entre las rendijas que las nubes
le dejaban.
El suelo se quebraba en pedazos y una crepitación
de cristales se hundía en la yerba con las pisadas de Axo. El joven sintió
angustia pensando cuánto demoraría su viaje todavía. Miró arriba en un ángulo
de cielo oscuro, sin encontrar la cima que estaba escondida en las nubes.
Un buitre inmenso pasó perforando el aire igual
que una flecha. En las garras llevaba su nido de lianas, de hojas, plumas y
ramas. Iba gritando y llorando con furia. Se le notaba una ira intensa en las
facciones, en los músculos y en el modo de volar.
Una pesada y sospechosa bola de nieve había caído
desde el cielo aplastando sus tres bebés en el nido. Cuando llegó y vio la
masacre, su dolor fue intenso, entonces
juró mover el cielo y la tierra hasta
encontrar al culpable. . . Le daría un castigo inolvidable. De eso no habìa
duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario