viernes, 7 de octubre de 2016

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 56 (La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros.



Repuestos de semejante situación y otra vez en el mundo real. . .  (?) caminaron un largo trayecto entre plantas bajas, pesadas por tantas flores que tenìan.
Pasaron dos días andando entre la neblina que se les pegaba en la ropa y en la piel, deteniéndolos. Difícilmente veían a dos metros, lo único que podían ver era el color amarilloso de la greda sobre la que caminaban…… Las pestañas, el cabello, las ropas estaban llenos de escarcha; al respirar, un vaho blanco les salía de la boca y de las narices quedàndose suspendido frente a ellos, tomando un color verde sòlido que caía en el pasto en forma de rocío para convertirse luego en un charco pequeño y brillante.
El esfuerzo que hacían para escalar era mayor aquí por la altura. Por las noches se sentían entumecidos y como cristalizados. Los huesos les dolían, y por eso les era imposible dormir. Se volteaban de espaldas luego al lado derecho, al izquierdo……. volvían a sentarse bostezando y restregándose los ojos, para echarse y cubrirse de nuevo sobre la piel y amanecer sin dormir………. Entonces para arreglar eso, el alupio usò sus encantamientos y fabricó una bóveda de alestias, material desconocido por los mortales y que hacía aparecer como hojas de papel en sus manos, saliendo de la nada….. En esa bóveda se metía Axo para pasar la noche protegiéndose asì del frío y de la lluvia.
Después de andar varios días entre la penumbra, vieron algunas extensiones cubiertas de nieve, y cayeron en cuenta que el fin de su viaje no estaba lejos.
Sentían el frío y el fulgor del hielo como agujas chuzàndoles la piel.
Esa montaña era un espejo gigante. El pico brillaba transparente muy arriba del imperio de los cedros que hacía mucho habían pasado. Lejos se oía el viento meterse en los riscos, en las rocas solas y heladas. El sol tenía una bufanda de nubes grises, la cara se le notaba congestionada por el frío. Caminaba asomándose entre las rendijas que las nubes le dejaban.
El suelo se quebraba en pedazos y una crepitación de cristales se hundía en la yerba con las pisadas de Axo. El joven sintió angustia pensando cuánto demoraría su viaje todavía. Miró arriba en un ángulo de cielo oscuro, sin encontrar la cima que estaba escondida en las nubes.
Un buitre inmenso pasó perforando el aire igual que una flecha. En las garras llevaba su nido de lianas, de hojas, plumas y ramas. Iba gritando y llorando con furia. Se le notaba una ira intensa en las facciones, en los músculos y en el modo de volar.

Una pesada y sospechosa bola de nieve había caído desde el cielo aplastando sus tres bebés en el nido. Cuando llegó y vio la masacre,  su dolor fue intenso, entonces juró mover el cielo y  la tierra hasta encontrar al culpable. . . Le daría un castigo inolvidable. De eso no habìa duda.




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