Y mientras
hablaba volaba con mas potencia y a una velocidad de luz.
El muchacho levantò
un brazo señalando los últimos picos de la montaña que se asomaban como fantasmas. “Hemos llegado”, gritó feliz. “Al fin
alcanzamos la altura”.
“Si”, dijo el
alupio “Por fin llegamos”.
El peludo inmortal inclinó
la cabeza elevándose mas, con las alas desafiantes en en el viento. Fue hasta
una alta cima, dio dos vueltas grandes allí para luego descolgarse en la
superficie blanca. Ya en el hielo plegó las alas, respiró profundo ayudando al
muchacho a bajar.
Cuando el joven pisó la
nieve oyò una música bella, lejana. El inmortal también la escuchó y dijo. “Ya están cerca de las
nubes de luz. Algún día iré allá cuando tenga
mi corazón listo….. Pero ahora rogaré por ustedes para que les vaya bien”.
Los mirò ràpido
y sin decir mas, batió las alas elevándose silencioso en el aire azul.
Se fue, perdièndose
como un buitre que se hace invisible en el espacio. . .Y ni siquiera volteó a
mirar.
La cima estaba
ahí potente y magnífica. Mucha luz de hartos colores caía de mas arriba, depositàndose
tranquila en las masas de hielo.
Axo sabía que al llegar a
la ùltima cúspide, pasarían buenas cosas.
Los últimos picos eran cubiertos
por una música rara y linda. Caminaron dos horas, extrañamente olvidados de
todo. Había también una tibieza feliz.
De pronto apareció en la
bruma una construcciòn brillante, poderosa donde ya no había hielo. Se abrieron
tres portones de esmeraldas dejando ver corredores de iluminación intensa. Esa
luz salía en cataratas, en figuras y en anillos gigantes calentando el aire.
Axo estaba admirado. Nunca
pensó que allí encontraría una construcción asì, con altas torres y murallas
transparentes a través de las que podía ver lo que había adentro. Tampoco se
comprendía él mismo como si otro Axo hubiera nacido en el.
Mientras tanto un hombre sin
edad……. sin tiempo, vestido con una bata escarlata, salió del edificio y acercándose al joven le
dijo. “Gracias por venir, axo. Lo hemos esperado mucho tiempo. Los señores
eternos estàn en la sala porque quieren
saludarlo. Venga conmigo”.
Se fue al lado del hombre,
muy alegre, y mientras caminaba sentía como le crecían dos alas potentes que
el instinto lo impulsó a mover. Aleteó
con tanta fuerza que se vio en el aire igual que un pájaro, de modo que entró
volando, mientras el hombre sin edad corría detrás gritándole. “ Voltee por la
derecha jovencito y espéreme un momento”.
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