martes, 14 de febrero de 2017

AXO, EL ALUPIO Y LA MONTAÑA 69 La historia de una criatura humana(?) de ocho centìmetros.



Los señores eternos estàn en la sala porque quieren  saludarlo.  Venga conmigo”.
Se fue al lado del hombre, muy alegre, y mientras caminaba sentía como le crecían dos alas potentes que el  instinto lo impulsó a mover. Aleteó con tanta fuerza que se vio en el aire igual que un pájaro, de modo que entró volando, mientras el hombre sin edad corría detrás gritándole. “ Voltee por la derecha jovencito y espéreme un momento”.
El muchacho se entusiasmaba cada momento con sus alas.
Cuando finalmente apareció el hombre de la barba fatigado por la carrera, Axo descendió entre las columnas del corredor,  plegó las alas y se fue con el hasta una enorme sala donde la gente aplaudía y se inclinaba a modo de saludo por su llegada. Se acercaban algunos caminando, otros corriendo, y una gran cantidad de jovencitos volando semejantes a mariposas grandes y rodeándolo en sus perfumes. Lo cogieron de las manos y lo llevaron a una silla tejida con miles de hebras finas que parecían tener vida propia, entre jóvenes que de pronto reconoció porque habían sido compañeros suyos en épocas olvidadas.
El jefe del lugar-antilugar llegó en ese momento.
Era casi imposible verlo por tanta luz que lo rodeaba. Subió a su gran trono hecho de oro con incrustaciones de doce clase de piedras preciosas y extendiendo los brazos invitó a axo para que lo acompañara a su lado. El joven llegó en dos saltos junto a el, y el jefe abrazándolo lo hizo sentar a su derecha. Eso quería decir que le daba el conocimiento, la sabiduría, la autoridad sobre el mundo, y el poder en éste sitio tan particular donde se creaban leyes para los hombres y para todos los mundos.
Fue ahí cuando se escucharon las mas increíbles melodías y cuando el universo completo se metió en el pecho de axo. .
Entre tanta su alegría que no supo cuando el alupio sufrió el mal de la fuga.
El había vuelto muy callado a las raíces, junto a miles de alupios que lo esperaban para que les contara su aventura.

Algún día Eres ayudaría a otro joven para impulsarlo a descubrir los secretos de la tierra, de las nubes, del viento y de la alta montaña de luz donde habitaban los inmortales.






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