martes, 20 de junio de 2017

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 1



Era una cobra.                                                                                                                           
Temible serpiente de dos cabezas, de fuerza descomunal, capaz de reventar camellos con un solo impulso. Sus ojos, colores de otros mundos. Mirada eléctrica, desconcertante como espejos brujos. muy hondos……. llamando víctimas.
Reptó silenciosa y prudente entre las calientes piedras y la arena, las ramas muertas y la maleza que crujía bajo su peso; sin dificultad subió a las rocas que tapaban el paso del sol en la arena, bajando luego entre las grietas y resquicios y entre los tallos de los arbustos rojos, para llegar finalmente junto al joven que dormía sobre el pasto marchito, bajo el aire sofocante  y el abochornado cielo.
Misteriosa, se paró en la cola, gigantesca y temible, balanceándose a uno y otro lado entre un sonido de hoguera  furiosa, luego bajó despacio, anillándose alucinada frente al joven dormido, entre los eléctricos visos del día que subían al espacio en fogonazos algo visibles.
“Era una bestia nacida del vapor y del fuego”, explicó Sansón tiempo después a un Israelita curioso que le preguntó sobre su mascota que de algún modo había logrado ver a los lados de su casa, cuando pasaba por allí en una tarde incendiada.
Se inclinó en ángulo agudo mirando misteriosa al muchacho por espacio de cincuenta y dos segundos en los que el no se dio cuenta de nada porque estaba muy profundo; después se enderezó sacando provocadora su larga lengua partida y haciendo Ssssss, Ssssss, Ssssss como un llamado oculto, una advertencia o quizás  como una canción de cuna.
Entonces el joven abrió los ojos sin moverse ni alterarse, los imprudentes ruidillos reptantes lo habían despertado. Era que tenía un sueño vigilante que le permitía darse cuenta de los mas  imperceptibles sonidos a su alrededor.
Se incorporó lento y confiado mirando a la serpiente, fijo, mientras silbaba una canción que su padre Manoa le había enseñado desde hacía algunos años y que tenía la propiedad de fascinar a los salvajes animales que no eran escasos en esa región tan lóbrega y estéril.

La miraba sereno, directo a los ojos balanceándose rítmico hacia adelante y hacia atrás  y respirando con arte para cautivarla. De esa forma arrulló a la serpiente que se iba  enderezando para percibir la melodía que el joven le dedicaba.



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