miércoles, 21 de noviembre de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR




Levantó los ojos para mirar la luna que estaba fría, color blanco perlado y dándose cuenta que iban siendo las tres de la mañana y que necesitaba dormir, entró al quiosco llamando a Sansón suavemente “Tengo sueño hijo, necesito dormir ”.
El joven, siempre alerta aunque estuviera dormido, se levantó callado estregándose los ojos para despertarse bien. Caminó suave para no despertar a la madre, que estaba profunda. Salió del cambuche y levantando la cara para mirar la luna, también, dijo:
     “Ya es muy tarde padre, por qué no me llamó antes?”. “Estabas muy dormido y me dio     pesar despertarte”.
Sansón miró a su papá. Alargó el brazo tocándole el hombro. “Entra y duerme. Ahora cuidaré tu sueño”.
Manoa lo miró y entró sin contestarle.
Se recostó sobre la piel extendida en la arena, y en menos de tres minutos se quedó dormido. Mara no se daba cuenta de nada.
En poco rato el día llegó pero Sansón siguió vigilando como lo había hecho Manoa, hasta que siendo ya casi las siete de la mañana, oyó que Mara y su marido decían:
       “Nos cogió el día, tenemos que apurarle”. “Si. Levantémonos ya”.
Se enderezaron recogiendo la sábana con la que se habían cubierto y salieron afanados, a la vasta extensión árida.
El sol los iluminó con toda su luz, obligándolos a cerrar los ojos un momento.
       “Hola hijo, dormí como nunca me había pasado, estaba muy cansada”.  “Buenos días madre. Dormiste  bien?”. “Si, muy bien”.  “Y tu también estas bien?” Le preguntó Manoa a Sansón. “Si muy bien, no hubo problemas”. “Menos mal, ojala todo siga así”.
Otra vez abrieron el morral, sacando las provisiones. Comieron carne fría y frutas secas, también bebieron agua. Finalmente se mojaron la cara para terminar de despertarse. Desbarataron el quiosco echándolo a los morrales que subieron al camello de Sansón en un movimiento seguro. Cuando todo estuvo arreglado, se encaramaron en los camellos, que se habían comido las yerbas en la noche. Continuaron el viaje largo y rutinario hasta que el cielo se fue oscureciendo como agüero de tormenta pero definitivamente no pasó nada. El viento y el desierto no quisieron enfurecerse ese día.






martes, 13 de noviembre de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR 52



Sansón pensó en la cobra obediente a sus deseos. Ella también lo protegía a toda hora aunque nadie la viera. Era su talismán, su defensa y su escudo, sin la cual no podía hacer nada extraordinario.
Ya soñolientos, dijeron “buenas noches”. Entonces el sueño les llegó lento y silencioso. En ese estado, las horas pasaban calladas, escondidas, como fantasmas huidizos.
El padre, comprometido a vigilar en la primera ronda, caminó despacio por los alrededores mirando a lo profundo del espacio algunas estrellas que le hacían guiños desvergonzados viéndolo solo, atisbó la lejanía con ojos nuevos, y escudriñó entre las rocas y las piedras para prevenir algún peligro que pudiera dañarles la tranquilidad.
Se sentaba en la arena junto al quiosco, para volverse a parar en poco tiempo al percibir ruidos desconfiables; contemplaba concentrado la fogata que a veces se debilitaba queriendo apagarse, le ponía ramas y troncos gruesos que la candela devoraba en poco tiempo dejando solo las cenizas, entonces llegaba el viento y la arrastraba rebelde a otros sitios, donde la arena la consumía con sus bocas glotonas-implacables.
Algunas veces, ruidos extraños debajo de las piedras y en las grietas de las peñas, lo ponían alerta. Entonces se paraba de un salto, caminando cauteloso, listo a defenderse, pero finalmente, cuando se aseguraba que no era nada grave, volvía al silencio, y todo regresaba a la quietud.
Así se deslizaba la noche.
Estuvo sentado largo rato encima de una piedra grande que le permitía vigilar su alrededor. Bajaba seguido para atizar la hoguera y para mirar a su mujer y a su hijo que dormían profundos. Se quedó observando las chispas crepitantes en el aire y las llamas que crecían y se achicaban impulsadas por el viento de la noche. Sin darse cuenta, el tiempo pasó envolviendo todo como un amo todopoderoso, tiránico-inevitable.
Levantó los ojos para mirar la luna que estaba fría, color blanco perlado y dándose cuenta que iban siendo las tres de la mañana y que necesitaba dormir, entró al quiosco llamando a Sansón suavemente “Tengo sueño hijo, necesito dormir un rato”.




jueves, 1 de noviembre de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR 51



“Los dioses quieren raptarte para llevarte con ellos. Están celosos con nosotros por tenerte” le dijo Manoa, afirmando entre la arena y entre algunas piedras, un poste central que resistiría casi todo el peso de la cubierta, que al fin quedó lista para guardarlos en esa noche.
El marido haría guardia primero, hasta que la luna llegara alta en el cielo, luego Sansón vigilaría desde las dos de la mañana hasta el completo amanecer.
Prendieron una fogata con troncos y ramas que encontraron al otro lado de las peñas, para alejar a los animales salvajes, a las culebras y otros bichos peligrosos que pudieran hacerles daño. . . Comieron frutas secas que sacaron de uno de los morrales, y se alistaron para  el descanso, tirándose encima de dos pieles de león puestas dentro de la tienda para amortiguar la talladura de la arena. “Tendré la espada lista por si acaso”, dijo Manoa con la cabeza agachada, pasando el dedo pulgar sobre el cortante filo que lanzaba destellos con la luz de la fogata. “Debes tener cuidado con los ladrones” dijo Sansón. “A mi ya me atacaron cuando regresaba a Israel”. “Te atacaron?. . . y no habías dicho nada”, respondió la madre algo alterada. “No quería intranquilizarlos”. “Debes cuidarte. La vida no es fácil, tiene peligros a toda hora y en todo lugar”. “Lo sé, pero llevo algo en mi, que me protege siempre, siempre”. “Como así”, murmuró Manoa. “Es el secreto que me acompaña y que ustedes ven cuando reflexiono junto a la casa, o debajo de las palmeras”.
Mara y Manoa se miraron sin decir nada.
Ella, igual que su marido, sabían que Sansón era un muchacho señalado por el ángel para hacer cosas especiales, desconocidas por la gente. Sabían que tenía la protección del cielo y que una coraza inmensa lo escudaba en todas partes y en todo tiempo, sin excepción.
Sansón pensó en la cobra obediente a sus deseos. Ella también lo protegía a toda hora aunque nadie la viera. Era su talismán, su defensa y su escudo, sin la cual no podía hacer nada extraordinario.
Ya soñolientos, dijeron “buenas noches”. Entonces el sueño les llegó lento y silencioso. 

domingo, 14 de octubre de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR 50




“Deberíamos quedarnos aquí esta noche”, dijo Sansón, suave, para no despertarla. “Si, creo que es lo mejor. Descansemos nosotros también y ahora inventamos algo para protegernos del sereno y de la noche”.
Caminaron en silencio mirando cual sería el sitio bueno para armar el quiosco. Después de rondar por ahí mirando todos los lugares con atención, concluyeron que sería el mismo punto en el que Sansón ya había descansado hacía dos días, porque sin ser una cueva completamente cerrada, ofrecía un techo rocoso que los protegía de la intemperie y del viento que a veces llegaba furioso. Satisfechos por esa decisión, se recostaron a los lados de Mara muy callados y prudentes.
En poco tiempo el día se fue acabando.
El sol, cansado de regalar tanta luz, cerraba los ojos y empezaba a dormirse profundo para recuperarse del agotador trabajo del día.
La madre se despertó a las siete de la noche, cuando el viento se hacía fresco y ya soplaba duro entre las rocas y encima de la arena.
Antes de oscurecer, Manoa y Sansón se habían dado mañas de conseguir troncos y palos abandonados en las peñas que les permitieron levantar el quiosco sin tantas dificultades. Las tormentas de arena no les harían daño donde estaban, además tendrían espacio suficiente para ver cualquier bicho venenoso que llegara de improviso, o cualquier ladrón del desierto que quisiera atacarlos.
En pocos minutos el toldo estuvo listo, porque Mara también ayudó a alzarlo mientras se reía de su sueño que la había agarrado con malévola fuerza. “Morfeo me tenía en sus brazos”, les decía riéndose, mientras acomodaba una esquina del toldo en la base de un largo leño que había sido enterrado por Sansón para construir el quiosco.
Su marido y su hijo también se rieron, haciéndole chanzas que ella aceptaba con mas risas. “Los dioses quieren raptarte para llevarte con ellos. Están celosos con nosotros por tenerte” le dijo Manoa, afirmando entre la arena y entre algunas piedras, un poste central que resistiría casi todo el peso de la cubierta, que al fin quedó lista para guardarlos en esa noche.

martes, 2 de octubre de 2018

CUIDADO SANSON LO QUIEREN MATAR 49




El día se llenaba de luz blanca.
Manoa cubrió a su mujer con una cobija que la protegía del viento, de la arena y de los rayos del sol furiosos en las horas. Caminaron largo trayecto, silencioso y rutinario mecidos por el vaivén de los animales que como olas se desplazaban hasta allá, para regresar otra vez en ritmo cadencioso, armónico.
En el largo rato de caminata, todo fue lo mismo encima de la extensa arena y las dunas amarillas, hasta que a las cuatro de la tarde llegaron a las peñas de la mitad del camino, que se alzaban magníficas, imponentes.
Se arrimaron a los pies de la milenaria roca, desmontándose para estirar los músculos que sentían adoloridos y también para respirar libres porque no era lo mismo que hacerlo encima de un camello. Se estuvieron quietos y ociosos bajo las sombras largas de algunas puntas minerales que los protegían, dándoles tranquilidad. Después de cuarenta minutos, caminaron por ahí, mientras tomaban agua y murmuraban cosas. “Comamos algo que ya es hora”, dijo Manoa.
Sansón abrió un morral que Mara había tejido con lana de oveja. Sacó la comida envuelta en hojas de plátano, ofreciéndolas a sus papás que comieron despacio mientras estaban sentados en la suave maleza. Eran pasteles, plátano, carne, arroz, arepas hechas por Mara el día anterior. “Esto está delicioso” dijo Manoa mordiendo un pedazo de plátano y alargando la mano para coger una arepa.
Después de comer, a la señora le dio sueño. Estaba cansada.
 Se recostó en las hierbas poniendo la cabeza en una cobija doblada. Durmió largo rato, cuidada por el padre y por el hijo. “Deberíamos quedarnos aquí esta noche”, dijo Sansón, suave, para no despertarla. “Si, creo que es lo mejor. Descansemos nosotros también y ahora inventamos algo para protegernos del sereno y de la noche”.








martes, 18 de septiembre de 2018

cuidado sanson lo quieren matar 48



Sansón bajó la olla agarrándola con un trapo, y ladeándola con cuidado, sirvió en tres tazas de barro rojo, ofreciéndolas luego a sus padres con pan negro. Volvió a la hornilla, separó  la leña y los incandescentes carbones para que se apagaran y no hubiera peligro de incendio. Entonces el humo espeso, subió extendiéndose por la cocina y las habitaciones, saliendo al corredor, para perderse luego en el aire claro donde se diluyó sin explicación.
Después del rápido desayuno, salió el joven mas allá del pozo, debajo de los árboles para encontrar a los camellos, hablarles, tocarlos y ponerles las riendas. En un instante los trajo frente a la casa diciendo:  “Ahora acomodaré el tapete a Lor para que vayan cómodos y no se tallen con el zangoloteo. Ese camello es mas fuerte y los llevara con suavidad en todo el trayecto.
Entró a su habitación, sacó el tapete, se acercó al rumiante y se lo puso en las espaldas. Después el camello se  arrodilló en sus patas delanteras para que la pareja subiera fácilmente.
Manoa ayudó a Mara a acomodarse en las gibas y cuando estuvo lista, subió él, agarrando las riendas y jalando suave para que Lor se levantara.
Sansón les alcanzó las bolsas del agua, puso los morrales en Dock, y cogiendo las provisiones que había dejado preparadas desde la tarde anterior, las acomodó también en Dock que volteaba a mirarlo de vez en cuando, por tanto ajetreo que hacía sobre él.
Entró a la casa y cerró las puertas asegurándolas con trancas y hierros mohosos, dejándole escrita una carta a Joaquín en un pedazo de piel de culebra que acomodó a la entrada de la cocina. “Os recomiendo Joaquín, cuidar las cabras y la viña mientras nosotros volvemos. Vamos a Filistea”
Como le pareció que ya todo estaba listo, subió al camello y hablándole al oído, iniciaron el viaje al país de los filisteos.

Una muchacha los esperaba.

sábado, 21 de julio de 2018

CUIDADO SANSON, LO QUIEREN MATAR 47



Fue a la cocina, a la hornilla. Metió leña en el fogón y en un momento encendió un fuego que hacía volar chispas amarillas y azules reventando y desapareciendo en el aire gris de la mañana…… El humo invadió todo
Puso una olla de hierro con agua, encima de tres piedras estratégicamente colocadas para situar allí las ollas y las olletas. Esas piedras siempre se enrojecían con las llamas, pareciendo piedras preciosas gigantescas.
Le  añadió miel silvestre al agua, y esperó a que hirviera.
Mientras tanto los padres se despertaron asustados por los ruidillos de Sansón que procuraba no hacer bulla para que durmieran otro rato. Levantaba todo, y todo lo ponía suavemente encima de la hornilla, o de la tarima, o del suelo pero no podía evitar que algún rumor indiscreto se escapara montado en el aire. “Ya amaneció?” Preguntó de pronto la madre, estirándose largamente para aliviar los músculos maltratados. “Sí”, respondió el joven. “Ya empieza a amanecer”. “Debemos apurarnos para aprovechar el clima fresco de las primeras horas”, comentó Manoa levantándose animado, cogiendo de una vez los morrales de viaje y las bolsas de cuero que de inmediato fue a llenar con agua del pozo.
En realidad estaba contento de ese paseo que le permitía conocer el otro imperio de que tanto le habían hablado y que lo tenía fascinado y confundido a la vez.
En pocos minutos el agua hirvió con furor.
Sansón bajó la olla agarrándola con un trapo, y ladeándola con cuidado, sirvió en tres tazas de barro rojo, ofreciéndolas luego a sus padres con pan negro. Volvió a la hornilla, separó  la leña y los incandescentes carbones para que se apagaran y no hubiera peligro de incendio. Entonces el humo espeso, subió extendiéndose por la cocina y las habitaciones, saliendo al corredor, para perderse luego en el aire claro donde se diluyó sin explicación.
Después del rápido desayuno, salió el joven mas allá del pozo, debajo de los árboles para encontrar a los camellos, hablarles, tocarlos y ponerles las riendas. En un instante los trajo frente a la casa diciendo:  “Ahora acomodaré el tapete a Lor para que vayan cómodos y no se tallen con el zangoloteo. Ese camello es mas fuerte y los llevara con suavidad en todo el trayecto.